Abr
15

EDUCACION Y VIOLENCIA JUVENIL

El tema de la violencia juvenil está de permanente actualidad, al grado de constituirse hoy día en uno de los temas que más preocupan a la sociedad. En la forma de abordar la problemática por parte de nuestros líderes políticos y sociales es más que palpable la desorientación que existe, y que evidencia claramente la escasa o nula importancia que se le ha dado a la salud mental preventiva, y el desconocimiento de los mecanismos que la hacen posible. Llueven piedras, y nadie sabe ni de dónde vienen ni cómo pararlas; pero ya están rompiendo el casco del barco.

La violencia juvenil gratuita es un claro síntoma de deterioro de la salud mental. Se apunta a las escuelas, a la religión, y a la policía como mecanismos para la solución del problema, cuando lo único que pueden hacer es achicar con huacales la gran vía de agua abierta. A nivel político la imaginación no da más que para proponer que se lea la biblia en las escuelas, o construir más cárceles (Genial, ¡A ver que pasa cuando haya un millón de salvadoreños en la cárcel!).

Pero no veo que haya propuestas serias por investigar la raíz del problema. Es decir, no se trata de ver cómo se saca el agua que nos está inundando, sino de cortar primero la entrada de agua, y después tratar de sacar la que entró, porque, de lo contrario, pasaremos tratando de sacar agua eternamente, o hasta que el barco se hunda. Observo, además, una actitud general poco comprometida. Todos se preguntan «qué pueden hacer otros» por el problema; y nadie se pregunta «qué puedo hacer yo».

Cualquier solución tiene que pasar por descubrir dónde, cuándo y cómo se deteriora la salud mental de los jóvenes. Si se investiga sobre estas cuestiones se verá que casi todo apunta a la responsabilidad de la familia y de la propia sociedad. La policía nada puede hacer por evitar ese deterioro. En cuanto a la religión, es más probable su éxito en la recuperación de la persona dañada, y a nivel de grupos reducidos, que en la prevención directa del daño; ya veremos por qué. No obstante, sí puede y debería ser eficaz en forma indirecta, es decir, a través de la familia.

En cuanto a la escuela, puede tener un papel de apoyo o de refuerzo en la prevención, pero no protagónico; si los actores principales fallan, poco o nada puede hacer la escuela, excepto en un aspecto en el que su papel es determinante, y al que a penas se dedica atención; y es la violencia juvenil como consecuencia del fracaso escolar. También abordaremos ese punto.

Cuando empecemos a comprender que las piedras que llueven son las que tiramos nosotros mismos, como familia, y como sociedad, empezaremos a ver las cosas más claras. ¿Que cuándo hemos tirado piedras? ¿Ven? Ni siquiera nos damos cuenta. En posteriores espacios se analizará con mayor amplitud el papel de la escuela, de la religión, y especialmente de la familia y de la sociedad en este tema.

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