Solo basta oír la palabra Alzheimer para infundar temor, y no es para menos. Se trata de una enfermedad que suena tan letal como el cáncer, aunque mucho más lenta y silenciosa. El mal, que lleva el nombre de Alois Alzheimer -psiquiatra alemán que descubrió en 1901 el primer caso- es un trastorno cerebral que afecta gravemente la capacidad de una persona de llevar a cabo sus actividades diarias y afecta las partes del cerebro que controlan el pensamiento, la memoria y el lenguaje. Personajes famosos como Charlton Heston, Ronald Reagan y Margaret Thatcher han sido víctima de ella.
En la actualidad, el Alzheimer aún no tiene cura, pero hay tratamientos disponibles para los síntomas. Estos no pueden detener el avance de la enfermedad, pero sí ralentizar por un tiempo el agravamiento de los síntomas. Hoy se trabaja a nivel mundial para encontrar mejores formas de tratar la enfermedad, retrasar su inicio y evitar su desarrollo.
Los factores de riesgo más influyentes son la edad y los antecedentes familiares, sin embargo diversos estudios realizados los últimos años mantienen que la mitad de los casos están asociados a ciertos factores de riesgo. De hecho, la hipertensión arterial, el sedentarismo y la baja estimulación cognitiva son los principales factores de riesgo modificables relacionados con el desarrollo de Alzheimer y, por lo tanto, son los principales puntos para el desarrollo de la prevención.
Es fundamental la estimulación cognitiva y vida intelectual activa. Por ejemplo, realizar actividades que estimulen la memoria, el aprendizaje, el lenguaje, la atención, operaciones aritméticas, leer, relacionarse con otras personas, juegos intelectuales y el manejo de otros idiomas. Mediante esas acciones preventivas es posible modificar su curso, ya que se logrará el mantenimiento de las capacidades cognitivas durante más tiempo, de manera que la pérdida de la memoria sea más lenta. Además, la eficacia de las medidas preventivas está directamente relacionada con la precocidad a la que se establezcan, por lo que un diagnóstico precoz es clave.
Por supuesto que detectarlo no es sencillo, ya que muchas personas experimentan olvidos o retrasos leves de memoria, y que son parte del proceso normal de envejecimiento. Todos tenemos dificultad ocasional para recordar una palabra o el nombre de alguien. ¿Cómo darse cuenta entonces? Pues en una persona con Alzheimer estos síntomas serán cada vez más frecuentes. Por ejemplo, cualquiera podría olvidar dónde dejó las llaves del carro. Una persona con la enfermedad de Alzheimer puede colocar las llaves en un lugar inusual, como el refrigerador, por ejemplo.
Además de los problemas de memoria, otros síntomas pueden ser los cambios en la personalidad, el deterioro en la capacidad de movimiento o al caminar, dificultad para comunicarse, bajo nivel de energía, problemas de atención y orientación, incapacidad de resolver operaciones aritméticas sencillas, etc.
Si bien actualmente no existen tratamientos disponibles para detener el daño cerebral que provoca la enfermedad, varios medicamentos pueden ayudar -al menos de forma temporal-a mejorar los síntomas de la demencia aumentando los neurotransmisores en el cerebro. Las investigaciones no se detienen, pero los procesos son lentos.
Actualmente se están desarrollando varias terapias y tratamientos farmacológicos que se centran en detener la muerte de las células cerebrales relacionadas con la enfermedad. También ayuda contar con sistemas de apoyo y el uso de intervenciones de conducta no farmacológicas, sobre todo para mejorar la calidad de vida tanto del paciente como de su entorno. Esto incluye tratamiento de condiciones médicas coexistentes, coordinación de atención entre los profesionales de la salud y participaciones en actividades que pueden mejorar el estado de ánimo.
Películas como The Notebook (2004) y Still Alice (2014), por citar algunas de las tantas cintas que abordan el tema, han ayudado a crear conciencia y a visibilizar aún más esta enfermedad tan temida.