Las generaciones anteriores de jóvenes, hoy padres y sobre todo abuelos, hablan de la actual pérdida de los valores morales que ellos tenían, refiriéndose, normalmente, al recato por el tema de la sexualidad; lo cual es cierto… relativamente. Los jóvenes actuales argumentan el mayor grado de autenticidad en su comunicación, y que esa supuesta pérdida de valores morales no es más que la sinceridad en la expresión de la sexualidad inherente al ser humano, y que antes se manejaba con cierta hipocresía y doble moral; lo cual también es cierto… relativamente también.
Y digo “relativamente” porque no es tan auténtica esa supuesta sinceridad de la juventud actual, en la que, cada vez más, la relación hombre-mujer se basa en ir acumulando una amplia colección de citas con el otro género, en las que “hacerlo” (sexo), llega a convertirse en componente casi inevitable de las mismas, haciendo más caso a la “moda” que a la conciencia. Citas frívolas e intrascendentes que no tienen más objetivo que pasar un rato y sumar una experiencia más a un currículum absurdo; sin una intención de continuidad; sin una mínima voluntad de compromiso. Citas sin compromiso con el presente y vacías de futuro. Citas que únicamente pretenden estar a la altura de lo que dictan otros. Eso nunca puede ser autenticidad.
Para hacer una casa siempre hay que pegar un primer ladrillo; pero si se pegan los siguientes a continuación y ordenadamente, terminaremos formando una pared; y con varias paredes, una casa. Mas si cada ladrillo se pega sin un objetivo, sin orden ni estructura, como si fuera el único, en vano pretenderemos tener una casa; sólo un montón de ladrillos. Así es fácil explicar los crecientes fracasos matrimoniales y familiares. Nuestra ciudad tiene cada vez menos casas y más montones de ladrillos.