May
17

CULTURA DE MUERTE

Casi cada día se pueden encontrar ejemplos en los noticieros. Puede ser la muerte de alguien por los golpes y abusos de algún familiar, o de compañeros; puede ser la muerte de un conductor agredido por disputarle la vía a otro, o por parquear el vehículo en lugar indebido; puede ser la muerte de algún peatón porque un bus se subió a la acera para adelantar a otro; puede ser…

Cuando suceden este tipo de cosas, alguien con un mínimo de sensibilidad debería quedarse atónito. Sin embargo, la frecuencia con que suceden este tipo de hechos nos hacen perder esa sensibilidad, y asumimos estas situaciones como algo cotidiano. Esto es un arma de doble filo; por una parte, es un mecanismo de defensa de nuestra mente para evitar sufrir, pero, por otra, nos sume en una pasividad que bloquea cualquier posibilidad de reaccionar y de tomar medidas que traten de evitar tales hechos. Aparentemente, de alguna manera nos vamos acostumbrando y conformando con la situación; nos empieza a dar igual mientras las víctimas no seamos nosotros, y nos vamos resignando a vivir en esta cultura de muerte.

Y digo aparentemente, porque en el subconsciente de la población poco a poco se va cultivando una reacción de rechazo hacia los vínculos que nos unen a esta cultura cada vez más violenta; se va generando una reacción de desagrado hacia el propio país, que no nos proporciona un ambiente adecuado para vivir, país que defiende la vida de los no nacidos de la forma más radical, pero donde, después de nacidos, morir es tan, pero tan fácil como nacer; y se va socavando aún más la baja autoestima social que ya de por sí tenemos los salvadoreños en virtud de nuestra imagen ante los demás y ante nosotros mismos; imagen siempre vinculada a la pobreza y a la violencia, la cual no podemos superar.

Todas estas reacciones son lógicas, y no suelen hacerse manifiestas en público, por lo que los consultorios de los profesionales de salud mental son un buen instrumento para detectarlas. Yo, en lo particular, puedo observar que hay desesperanza y deseo de irse a otra parte; Y ello es peligroso, porque si hay algo que no necesita un país que debe levantarse es la desesperanza y el abandono de su población.

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