Al analizar en mi consulta algunos casos de fracaso escolar de adolescentes, puedo comprobar causas tan simples y a la vez tan graves como enormes dificultades para razonar, o para multiplicar, para leer, para expresarse… o para cualquier destreza básica.
Gran parte de los conocimientos requeridos en el pensum de bachillerato y en los grados previos se basan en lo aprendido y en los aprestos adquiridos en los años anteriores, y las deficiencias acumuladas en el aprendizaje en aquellas primeras etapas hacen que el adolescente se sienta incapaz de seguir el ritmo, lo que desencadena numerosas deserciones y fracasos escolares. Tal vez adquirieron en su momento los debidos conocimientos, pero no los afianzaron; pasaron de grado, y luego los olvidaron. En otros casos ni siquiera los adquirieron, aunque igualmente pasaron de grado por baja exigencia de muchos centros educativos, para los que graduar a todos sus alumnos es el indicador de “excelencia”; o bien por clemencia de docentes y súplicas de padres, a quienes únicamente pareciera importarles eso, el hecho de pasar de grado, y ello no necesariamente es un buen indicador de la preparación que se tiene.
Entre los siete y los doce años es un buen momento para evaluar, en forma objetiva e independiente del centro educativo, si nuestros hijos están adquiriendo las destrezas necesarias que le permitirán afrontar con éxito las etapas posteriores de su aprendizaje. Es también una edad todavía adecuada para complementar esas destrezas, o para corregir o desarrollar aquellas que no fueran adecuadas. Existen para ello programas que exploran, evalúan y estimulan el desarrollo de las mismas, en áreas tales como la atención, percepción, lectoescritura, lenguaje, razonamiento, pensamiento lógico, memoria, orientación espacial, etc.