Hay pocas imágenes más tiernas que la de un padre o una madre en la bañera jugando con su pequeña criatura. Pero inmediatamente a muchos le entra la duda: ¿Está bien que los niños vean a sus padres desnudos? Pues eso depende de lo que los padres hayan decidido hacer. Debe verse la desnudez como algo natural, pero si los padres se sienten incómodos no deben hacerlo. Si no, no hay problemas, y serán nuestros hijos, cuando crezcan, los que pondrán un límite en su momento.
En la primera infancia, hasta los seis años, la desnudez no supone ningún trauma, al contrario. Lo confirman estudios realizados por el psicólogo Paul Okami, de la Universidad de Los Ángeles, que indican que “cuando los padres de niños entre 0 y 6 años se muestran desnudos con naturalidad en casa, su autoestima es mejor en la juventud y se sienten más cómodos con su cuerpo”. Eso sí, generalmente los niños se vuelven más pudorosos al ir iniciando la pubertad y la decisión de dejar de ver a sus padres desnudos será tan natural como espontánea.
Sin embargo, puede ocurrir que esto se prolongue por un periodo largo de tiempo, y en ese caso puede ser negativo, o sea que los padres no perciban las cambiantes necesidades de sus hijos, pero si hay buena comunicación los niños mismos dirán a los progenitores que se cubran para evitar un momento de incomodidad. Esencialmente se van dando las situaciones ligadas a las emociones y a poca sensibilidad que se tenga será fácil detectarlo.
Es importante que pese a demostrar desnudez o pudor se les hable de su cuerpo como un templo al que tienen que cuidar, y esto aplica igual a ambos sexos. Es necesario hablarles de sexualidad y respeto. Si bien el pudor normalmente empieza a manifestarse alrededor de la pubertad, la verdad es que cada niño es diferente. Debe tratarse con naturalidad y a la vez hay que hablar de los otros temas ya mencionados. Si les hemos hablado de respeto… habrá que respetarlos y hacer que ellos respeten. Esto lo explica bien la española Rosa Collado, psicóloga especializada en sexología: “Al final los padres educan con su actitud.
Si el niño, después de descubrir naturalmente su cuerpo, ve que sus padres se cambian de ropa en la intimidad o piden permiso para entrar en el baño si hay otra persona… al final los niños aprenden a respetar la intimidad de los demás y de sí mismos y lo incluirán como un aprendizaje más para ellos”.
La pubertad, además, coincide con que empiezan a madurar tanto física como mental y emocionalmente; entonces comienzan a distanciarse de los padres. Se vuelven más reservados y probablemente más pudorosos. En general funciona igual con niños y niñas, pero está muy aparejado con la cultura, la religión y los estilos de vida. Generalmente, en nuestra cultura latina, influida fuertemente por ideas religiosas, las niñas mostrarán más pudor. Por otro lado, la maduración mental y emocional de ellas va por delante de los varones y eso también influirá.
También es importante aprender a convivir con la desnudez, especialmente cuando tienen que compartir el vestuario en un club o algún gimnasio con otras personas, incluso muchas veces desconocidas. Ellos buscarán mayor o menor intimidad y se supone que los demás deben respetar. Por eso es tan importante hablarles de su cuerpo, su sexualidad, sus derechos, para que así aprendan a decir NO cuando no desean ser molestados. Ese diálogo permitirá, además, elevar la autoestima y fomentar la comunicación con los padres para externar cualquier tipo de problemas que pudiesen aparecer.
En ese sentido, se debe tratar por igual a un adolescente más allá de su género, algo que no siempre vemos en hermanos de diferente sexo. Es importante enfatizar que gran parte de los problemas se dan porque hacemos mucha diferenciación en la forma de educar, hablar, actuar dependiendo del sexo, cuando lo ideal es que vayan compartiendo la misma educación y los mismos valores.