Abr
1

DIGNIFICANDO LA VEJEZ

Al mencionar la palabra «vejez» lo hago a propósito, con el mayor de los respetos y con toda la intención de quitarle el sentido peyorativo que injustamente se le ha ido dando. Se le empezó a dar al relacionar equivocadamente lo viejo con lo inservible, con lo que a los viejitos, por respeto, se les empezó a llamar ancianos.

Con el tiempo la palabra «anciano» también iba adquiriendo un color peyorativo, porque únicamente había cambiado la palabra, no el concepto que la sociedad tenía; en esencia el anciano seguía siendo lo mismo, por lo que se inventó el término «persona de la tercera edad» para ver si de esa manera era posible hablar de la última etapa de la vida de forma digna y respetuosa, pero fomentando con ello el carácter peyorativo del término «anciano», y más aún el de «viejito».

No ha hecho falta mucho tiempo para que lo de la «tercera edad» también haya empezado a mancharse de indignidad, siempre por la misma razón, y la sociedad haya descubierto el término de «adulto mayor», buscando la redención de la vejez de alguna misteriosa y grave culpa que nunca tuvo, pero que la sociedad parece ver cada vez más clara. Y tampoco pasarán muchos años antes de que el término «adulto mayor» deje de ser bien visto y sea sustituido por otro, tratando nuevamente de disimular con un nombre «digno» la marginación que la propia sociedad proyecta sobre esta parte de si misma.

Muchísimas personas afrontan esta etapa de su vida de una forma negativa y mentalmente poco saludable. En muchos casos eso es consecuencia de una falta de planificación y preparación para ello; pero es difícil que surja el estímulo para esa planificación cuando se entra en esa etapa sin asumirla, y no se asume porque se siente rechazo a ella; rechazo que, regado por la propia cultura, ha germinado y crecido a lo largo de todas las etapas previas de la vida; rechazo y marginación que cada día más la sociedad proyecta amparada por los valores de la cultura occidental actual, como el dinero, el poder, la productividad, la capacidad de trabajo, la eficacia, la fuerza, el sexo… precisamente aquellos que son inasequibles para la tercera edad.

Sería comprensible el rechazo a una situación desagradable y evitable, pero no deja de sorprender ese rechazo a una situación a la que inexorablemente llegaremos casi todos (las excepciones serán aún menos afortunadas), y que nosotros mismos nos empeñamos en que sea desagradable. Ciertas culturas orientales, como la japonesa, nos enseñan que no se trata del nombre, sino de actitud de respeto, pero no queremos entenderlo.

La vejez debería ser la etapa de sentir la satisfacción del deber cumplido y de disfrutar del merecido descanso, y de la tranquilidad de dejar de sentir el peso de las responsabilidades, viendo cómo la vida que heredamos tiene su continuidad en las siguientes generaciones, a lo cual en alguna forma hemos hecho nuestro aporte. Y ello seguramente sería mucho más fácil si la actitud del resto de la sociedad hacia la tercera edad fuese diferente.

One thought on “DIGNIFICANDO LA VEJEZ

  1. Soy una persona de 71 anos bien vividos, con la gracia de Dios; la Dra.Margarita Mendoza merece un reconocimiento por sus conceptos humanos y cristianos : siendo un joven siempre respete a mis mayores, yo creo que en este momento la grieta esta en los padres jovenes que nô ensenan a sus hijos la tradicion biblica, de que este respeto garantiza Dios esta premiado con larga vida.

Deja un comentario