Debido a que uno de los debates más interesantes por estos días tiene como protagonista a la educación familiar, me gustaría exponer mi punto de vista y experiencia personal a la misma. Por un lado están los fervientes creyentes del sistema vertical, que es el más tradicional. Este funciona como una empresa: los padres son los jefes y los hijos son los trabajadores, quienes obedecen. Las indicaciones y las órdenes son dadas en forma vertical y muchas veces sin otro argumento que un enfático «porque lo digo yo».
Esto se refleja en la población en general y queda explicado en la investigación “Evaluación del conocimiento y manejo sobre problemas de salud mental en el hospital nacional de niños Benjamín Bloom. Demandas existentes en el mismo. Resultados extrapolables al medio hospitalario público salvadoreño, y a la población salvadoreña, en general”. es la primera investigación sobre salud mental llevada a cabo en El Salvador, en ser publicada por la Organización Panamericana de la Salud (O.P.S.)
Por otro lado, yo ensayé aplicar el sistema horizontal, en el que desde pequeños a los niños se les hace pensar y tomar parte en su disciplina. Se les explica y se les da a elegir, decidiendo en consenso. Por supuesto, habrá ocasiones en que no sea tan sencillo y otras en que será necesario ser tajante, pero serán solo excepciones a la regla.
Desde mi perspectiva, y como madre de hijos exitosos, funciona mejor la horizontal. No solo te obedecerán porque eres su padre sino porque van aprendiendo a razonar, a pensar, a tomar decisiones por sí mismos. Te verán como un aliado y no un tirano del que desean escapar a la brevedad posible. Tus hijos aprenderán a elegir pensando cuando les toque estar solos y no a darle la vuelta a la tortilla y hacer todo lo que simplemente les dijiste que no podían hacer. Por eso es necesario enseñarles a pensar más que a obedecer. A medida que vayan creciendo, van a ir siendo más amigos y tratarán de escucharte, más aún cuando a veces discrepen.
Algunos me preguntan si los padres no pierden algo de autoridad en el sistema horizontal. Quizás en apariencia un poco, para quien entiende la autoridad como “poder para hacer o decidir” pues los hijos le cuestionarán más, además de demandar dosis mayores de tiempo y entrega. Pero ese es un concepto equivocado de autoridad. Autoridad es, sobre todo, razón, experiencia y sabiduría, y si los hijos entienden por qué tenemos razón, no dudarán de nuestra autoridad, al contrario, confiarán en ella. Y para que entiendan, no hay más alternativa que dialogar, y, en ocasiones arriesgarse un poco, y aún si se equivocan, habrán entendido perfectamente porqué los padres tenían razón. Puede suceder incluso que ellos no se equivoquen y nos demuestren que nosotros estábamos equivocados. Eso es otra cosa buena del sistema horizontal; que no solo ellos, sino hasta nosotros podemos aprender de ellos. Sí, leyó bien. ¿Cómo? ¿Que nosotros no podemos aprender de nuestros hijos?
Con el vertical, en cambio, podemos pensar que nos funciona mientras son pequeños, pero se corre un riesgo muy grande, sobre todo cuando los niños ya sean mayores. Estos tratarán de ir bajando a los padres a la situación que ellos tuvieron antes y más si estos han sido menos exitosos de lo que están siendo los hijos. Lo peor de todo es que el “porque lo digo yo” no enseña nada, y si los hijos no aprenden nada, tratarán de romper cadenas e imponer su desacertado criterio en cuanto tengan ocasión.
La discusión de cómo educar a los hijos es fundamental y debe darse en el seno de la pareja. Hay una reflexión de Napoleón Bonaparte que me gusta mucho y que es el consejo perfecto para esta situación: «Los hijos se educan 20 años antes de que nazcan». Es decir, los padres debemos prepararnos para serlo, porque el experimento de serlo pasará una vez -y solo una vez- con cada hijo.
Si bien existen padres y madres con tendencias autoritarias, no debería ser la personalidad de éstos lo que determine el tipo de sistema de educación familiar. El camino del consenso, como expresé antes, es la mejor opción. Tampoco debería influir demasiado la personalidad de los hijos, aunque si tienen cierto grado de inmadurez podrían reaccionar con algo así como “ya soy adulto para que me des órdenes». En ese caso, su respuesta será: “Nunca te he dado órdenes, sino sugerencias y tú elegirás lo que desees». Es una buena manera de aplicar esa educación horizontal. De alguien más maduro, en cambio, se espera una reacción del tipo: “Aunque me enoje, me gusta escuchar y razonar, pues me he dado cuenta que al final acabas teniendo la razón». Y sí, es que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
El peor error que puede existir es tener un padre aplicando educación vertical y una madre horizontal al mismo hijo. No lo recomendaría, pues eso puede crear confusión y de hecho eso es lo más común en las relaciones verticales. ¿Cuántas veces no hemos escuchado decir la frase famosa “Ya vas a ver cuando se entere papá”? (o mamá, según el más fuerte de carácter de la familia). La autoridad va más allá de ensordecedores gritos o castigos ejemplares, es el arte de educar desde el consenso y el raciocinio.