Nov
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EL CASTIGO

El castigo es uno de los temas más controvertidos en lo que a educación se refiere, y que con mayor discrepancia de criterios se aplica. Muchos padres castigan con dureza, o con demasiada frecuencia o con poco criterio, generándose la duda de si realmente la intención es educar, o vengarse, o proyectar contra los hijos la agresividad que uno guarda por otras problemáticas. Por el contrario, otros padres son demasiado permisivos, no quedando claro con ello si tratar de educar, o es comodidad o desinterés por su parte. En general, hay bastante desconocimiento sobre el papel que el castigo juega en la educación.

Actualmente hay voces que proclaman la supresión del castigo como método educativo a los hijos. Yo no estoy de acuerdo. Le educación es la preparación de los hijos para saber integrarse el día de mañana de una forma positiva a la sociedad. Entonces, los criterios que sirven de modelo a nivel social no pueden descartarse en una educación que persigue precisamente la integración armónica en la sociedad. Y la sociedad ha contemplado el castigo siempre. No ha existido nunca una sociedad que no haya contemplado el castigo contra quienes le causan perjuicios. En lo que sí ha habido muy diferentes criterios, muchos equivocados y pocos acertados, es en el tipo de castigo y la forma de aplicarlo.
Lo mismo sucede en la educación de los hijos. El castigo debe existir, al menos potencialmente, aunque lo ideal es no tener que aplicarlo, o hacerlo solo ocasionalmente, de modo que el hijo sienta que realmente se trata de un castigo. Si se vuelve frecuente deja de ser un castigo y se convierte en una forma de vida a la que los hijos se acostumbran, perdiendo con ello su efecto. Más aún, los hijos descubren que portándose mal es como consiguen llamar la atención de los padres, y el castigo les da la sensación de que, efectivamente, lo consiguieron, con lo que se convierte más bien en un premio.
Y que el hijo sienta que se trata de un castigo no debe interpretarse como que el castigo debe ser severo; al contrario, si es severo el hijo sentirá una desproporción entre la infracción y el castigo, y que los padres son demasiado implacables e injustos. En esas condiciones, aunque se aprenda a obedecer, se aprende más por temor que por razón. Pero por el contrario, si no suele haber castigo cuando se merece, el hijo sentirá que los padres son aguados o despreocupados, y dejarán de ser la guía y referencia que necesita.
El castigo debe guardar relación con la infracción, tanto en la magnitud, como en la forma, y el tiempo. En lo posible, debe ser como una consecuencia lógica y natural de la infracción, y debe ser lo más inmediato posible. Debe ser solo ocasional, y, en general, debe cumplirse, aunque excepcionalmente pueda ser retirado, pero haciendo ver que el castigo se merece aunque se retire, mostrando con ello benevolencia y tolerancia, y a la vez firmeza. En este caso, el ser conscientes de merecer el castigo, ya es castigo para ellos.
Pero estos criterios deben aplicarse desde pequeños. Si las cosas se han hecho de otra manera hasta llegar a una dinámica nociva, podría no valer simplemente con cambiar de criterio. Un cambio repentino de criterio va a provocar confusión e incertidumbre. No van a tener nada claro. Debe hacerse poco a poco y explicándoles el por qué del cambio, sin temor alguno a reconocer que tal vez antes estaban equivocados. No van a perder autoridad por ello.

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