Estaba yo leyendo el reportaje “Cómo influye la tele en la sexualidad de los jóvenes”, aparecido en: http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/04/26/noticias/1335454071.html, en el que se habla de la eficacia de las estrategias de los padres para intervenir en el contenido televisivo que sus hijos ven, contenido sexual en este caso, en base a una reciente investigación realizada en Estados Unidos. Plantean tres tipos de intervención: activa o instructiva (hablar con los niños acerca de la ‘pequeña pantalla’), restrictiva (establecer normas y límites respecto al uso de la televisión) o compartida (verla con ellos)».
No deja de sorprenderme la tendencia que existe en Estados Unidos a validar una teoría únicamente cuando se ha hecho una investigación que arroja números, estadística; por encima de infinita literatura escrita por expertos, que son expertos por lo que les ha enseñado la amplia experiencia y porque han aprendido de otros expertos. Pero en fin, la cosa es que gracias a dicho estudio ya se ha demostrado lo que casi todos, expertos y no expertos, ya sabían o suponían, es decir, que la exposición al contenido sexual en la televisión tiende a aumentar las futuras conductas de riesgo sexual en los adolescentes, y que algún tipo de control por parte de los padres tiende a contrarrestar dichos efectos.
No me cabe ninguna duda de ello, como tampoco me cabía duda antes. Es un hecho que el contenido sexual en la pequeña pantalla se ha incrementado en los últimos tiempos hasta límites casi inaceptables, tratando de ir siempre un poquito más allá, buscando un límite que nadie quiere poner seriamente, importando poco o nada si el contenido sexual explícito encaja realmente en el guión, o si con ello se está haciendo algún daño a la sociedad; e importando mucho, o todo, que el contenido sexual vende muchísimo. También otros temas, como la droga, hacen daño y están prohibidos o muy restringidos; quizá porque el daño es más obvio y directo que en el caso de la sexualidad.
Regulado o no, la cuestión es que el contenido sexual en la televisión es hoy por hoy algo inevitable con lo que hay que contar, por lo que evitar el daño que pueda hacer a nuestros adolescentes es tarea de los padres. Respecto al tipo de control que los padres deben ejercer sobre este tema, no soy partidaria del control restrictivo de prohibir que nuestros adolescentes vean esos contenidos. No nos engañemos; están al alcance de ellos en cualquier parte; en internet mucho más explícito que en televisión; y podemos controlar el uso de internet en nuestra casa, pero internet está al alcance de cualquiera en cualquier parte. No soy partidaria de las prohibiciones.
¿Compartir dicho contenido con ellos? Pues sí, es mejor solución, siempre y cuando se acompañe de instrucción, de modo que sirva al mismo tiempo para educarles en sexualidad; de lo contrario puede aparecer vergüenza tanto en ellos como en nosotros porque ese es un aspecto de la educación que los padres latinos tendemos a evitar, a parte de que nuestro silencio puede ser interpretado por ellos como nuestro aval, así sin más.
Por último, la instrucción, la educación de la sexualidad por parte de los padres, es la mejor herramienta para que nuestros hijos permanezcan inmunes a los efectos de dicho contenido sexual. En el párrafo anterior ya se apuntaba esto. Como siempre, la educación es la llave para casi todo. Sin embargo no hay que esperar a que sean adolescentes para iniciar la educación sexual; debe iniciarse desde niños con temas sencillos, que irán entrando en profundidad a medida que vayan creciendo. Pero bueno, de ello podemos hablar en otro capítulo.