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EL ESPACIO VITAL

La mayoría de viviendas que se construyen en nuestro País, dentro del sector formal, tienen características de vivienda mínima, y eso significa la existencia de unos servicios urbanos básicos, y de un área de unos 25 metros cuadrados, que es lo más que se puede dar por un precio aún inasequible para muchos. Ni hablar de las condiciones de la vivienda marginal.

Lo que me llama la atención es que se contemplen unos servicios mínimos, como el agua potable, los drenajes y la energía eléctrica, que, definitivamente son básicos para un bienestar mínimo; y no se plantee un espacio mínimo para los habitantes de las viviendas, que también es básico para un bienestar mínimo. Preocupan solamente problemas de bienestar y salud física, y ello incluye también contemplar un simple techo para no mojarse, y un espacio mínimo donde físicamente quepan las, en promedio, cinco personas que lo van a habitar, porque caber, sí que caben en 25 metros cuadrados, aunque sea paradas.

Lo que no se suelen plantear son las consecuencias psicosociales de vivir en estos espacios: promiscuidad, incesto, estupro, falta de privacidad, pleitos frecuentes… en definitiva, conflicto permanente por un espacio que se necesita y no se tiene, y que, a falta de él, se busca y encuentra en la calle, con lo que la casa, lejos de ser elemento integrador de la familia, es desintegrador; y la cabeza de la familia difícilmente puede ejercer su papel educador. En la calle no sólo se encuentra el espacio que falta en la casa, sino también la “educación”, aun cuando ésta difícilmente será la que debería ser. Es cierto que hoy por hoy el problema no tiene fácil solución, pero es necesario que quede planteado, e insistir en él para que algún día pueda tenerla.

Espacio vital es el mínimo que el ser humano necesita desde el punto de vista físico y psíquico para desarrollar normalmente su vida dentro de la vivienda. Este mínimo es de unos 20 metros cuadrados por persona, y por debajo de él se considera hacinamiento. Donde el hacinamiento es fuerte las puertas de las casas suelen estar abiertas, porque son la válvula de escape de dicho hacinamiento, que convierte a la calle en parte de la casa, y por donde se diluye la integración familiar, y la posibilidad de adecuada educación.

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