El uso de sustancias tóxicas suele iniciarse en la adolescencia con las sustancias socialmente aceptadas, como el alcohol o el tabaco; son como una puerta de entrada a otro mundo; como un punto de partida. Muchos nunca llegan a pasar de ahí; otros llegan a usar esporádicamente alguna de las consideradas “drogas menos peligrosas”; y otros llegan a usarlas habitualmente. Parte de éstos últimos pueden llegar a usar esporádica o habitualmente drogas más duras. El por qué un adolescente se inicia en el uso de sustancias tóxicas, o el por qué salta al consumo de sustancias más fuertes, o llega incluso al abuso de las drogas más duras, tiene múltiples respuestas.
En general, tres suelen ser las razones argumentadas por los adolescentes que se inician con el alcohol o el tabaco: por curiosidad, por sentirse mayor; o por imitación (los demás también lo hacen). Tanto el deseo de sentirse mayor, como la curiosidad y la tendencia a la imitación de conductas, son normales, característicos, y prácticamente inevitables en la adolescencia; pero el hecho de que trasciendan a lo que es nocivo para sí mismos, pone de manifiesto un modelo inadecuado, y una insuficiente orientación. El modelo inadecuado no necesariamente se refiere al modelo familiar; muchas veces es el propio modelo social el que invita a iniciarse en prácticas inconvenientes. Pero ahí es donde se hace necesaria la orientación familiar adecuada.
Una orientación familiar adecuada no consiste en dictar prohibiciones al respecto y pretender que nunca vayan a consumir alcohol o tabaco, o, en muchos casos, ir un poco más allá. Muchas veces esta actitud conduce a resultados completamente opuestos a los que se esperan, porque magnifica la importancia del tema y hace que aumente la curiosidad por lo prohibido, de modo que si en algún momento, como es probable, se traspasa esa “puerta a otro mundo”, el adolescente tendrá la sensación de estar al margen de una norma rigurosa, y de que, de la misma manera que la puerta estaba cerrada para salir, estará cerrada para regresar de nuevo.
La orientación familiar adecuada consiste en dar a conocer al hijo, y hacerle consciente de la realidad que hay detrás de esa puerta, y sobre la que hay aún más alla. Debe hacerse sin deformaciones; sin ocultar nada, pero sin exagerar ni poner tintes trágicos. Y, como siempre recomiendo, debe empezar a hacerse desde antes incluso de la adolescencia. La tragedia puede estar en el consumo habitual o abuso de esas sustancias y en las que hay más allá, pero no en simplemente probar el alcohol o el tabaco, o incluso alguna otra hierba, siempre y cuando el adolescente sea consciente del riesgo que entraña, porque se ha hablado con él de ese tema.
Y se le debe dejar esa puerta abierta con toda confianza. Es posible que el adolescente la traspase en alguna ocasión para echar un vistazo al otro lado y satisfacer su curiosidad característica, pero si el adolescente tiene estabilidad y atención en su familia, casi con toda seguridad eso será todo, y probablemente, en su vida de adulto, ni le apetezca andar rondando por sus cercanías. Si no goza de esa estabilidad, el riesgo es bastante mayor, pero entonces el problema no son las sustancias tóxicas, sino la inestabilidad. Las sustancias tóxicas son solo el vehículo para canalizar su problema.