El tema del suicidio siempre es incómodo y genera controversias, pero en pocos países es un tabú como en El Salvador. Por ser algo que no permiten las religiones, muchos prefieren evitar hablar de ello. Parece que lo único que queda es la resignación y el silencio, como si no pudiéramos hacer nada por la víctima. Antes, incluso, la Iglesia no permitía enterrar a los suicidas en los cementerios, por lo que generalmente acaba haciéndose en forma clandestina.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cerca de 800,000 personas se suicidan cada año. Además, un estudio reciente demuestra que fue la segunda causa principal de defunción en el rango entre 15 a 29 años en todo el mundo. Otros detalles: más del 79% de los suicidios en todo el mundo tuvieron lugar en países de ingresos bajos y medianos. Allí figuran Polonia, Ucrania, Sudán, Bután, Zimbabwe y Bielorrusia.
La primera interrogante a responder es qué lleva a una persona a querer quitarse la vida. A la persona le invade una extraña sensación de que ya no hay esperanza. Esto suele ir acompañado de la terminación abrupta de una relación sentimental, la muerte de un ser querido, la depresión, caída de la autoestima, una enfermedad terminal…
En jóvenes y niños suelen ser «reacciones en cortocircuito», es decir cargadas de impulsividad. Estos suicidas aún no tienen una idea clara de que la muerte es intemporal. De alguna manera, para ellos el intento de quitarse la vida es una forma de expresar que algo no está bien, y así debemos tomarlo los adultos. Sin embargo, muchas veces logran consumarlo ya que los métodos utilizados son más agresivos, sobre todo en los varones, y no tienen una idea muy clara de la irreversibilidad. Ahora se ha puesto de moda el ahorcamiento en ambos sexos.
Los síntomas de un suicida no son tan fáciles de detectar, pero igualmente hay algunas actitudes que pueden encender las alarmas: el cambio de humor, que dejen de hacer lo que antes les gustaba, el secretismo, el hablar mucho de la muerte, manifestaciones recurrentes sobre el deseo de no vivir, que no disfruten de las cosas rutinarias…
El suicidio entre los adolescentes ha tenido un aumento considerable en los últimos años; pero al margen de las cifras ascendentes a nivel global, lo que más impacta es su visibilidad, que se ha multiplicado con el auge de las redes sociales. Debido a esto suelen haber más suicidios en cadena. Recientemente, el tema cobró mucha vigencia a raíz de una serie de Netflix llamada “13 reasons why”, que trata sobre una adolescente cargada de problemas que decide quitarse la vida, pero antes deja una serie de grabaciones explicando los motivos.
Hay quienes atribuyen este incremento de suicidios entre adolescentes al bullying y la discriminación. Es uno de los factores, sin duda. Pero antes éstos también existían. Quizás las diferencia sea la solidez del núcleo familiar. La irrupción de los modernos teléfonos celulares y el poder de las redes sociales -donde se comparte los bueno y lo malo- son un factor clave para minar la armonía familiar. Y entonces, el adolescente cada vez está más solo, y con mayor riesgo de caer en compañías inapropiadas, frecuentemente compañías virtuales.
En los círculos sociales más altos, noticias relacionadas al suicidio suelen evadirse, aunque de boca en boca termina conociéndose. En las clases humildes es más difícil ocultarlo, ya que son noticias que llevan un gran interés para la gente. El principal problema de El Salvador es que, por el mismo tabú, no existe una campaña de prevención y ayuda suficiente para el suicida. La prevención debería venir desde la niñez y a estas edades es un tema prohibido.
Recuerdo una representación teatral en el colegio de mis hijos, sobre la obra “La casa de Bernarda Alba” en la cual el pasaje donde acontece un suicidio fue censurado por la dirección. Recuerdo también que en una ocasión estaba en una reunión de compañeras escolares y pregunté por alguien a quien apreciaba mucho. Me callaron. No se podía hablar de su muerte, y mucho menos de la forma.
Callar, ocultar, omitir… No sirve de nada, al contrario. Lo único que ayuda es una buena campaña para persuadir a los suicidas. Muchos son reincidentes y al final acaban lográndolo luego de varios intentos. Por eso es importante actuar sobre el paciente. Existen terapias, medicamentos, se pueden mejorar las situaciones familiares, solidificar el grupo de amigos. En síntesis, todo lo que nos aleje de la soledad y nos eleve la autoestima.