Este síndrome no existe aún como síndrome reconocido científicamente, ni existirá mientras no se lo acredite algún reconocido norteamericano o europeo, porque, como en infinidad de cosas más, parece que solo el primer mundo tiene autoridad para dar por válido algo.
Sin embargo, este síndrome existe, y bastante arraigado, en muchísimas mujeres del mundo entero, particularmente en el tercer mundo. Supongo que no se reconoce científicamente porque tiene fundamentos culturales; es cierto. Pero sean cuales sean sus fundamentos, el daño psicológico que ocasiona es evidente.
Y ¿A qué se refiere este síndrome de la “mea culpa”? Pues al sentimiento de culpa que se nos inculca a casi todas las mujeres, particularmente en las culturas machistas, y la latina lo es, por casi todo lo que sucede a nuestro alrededor. Lo he observado en múltiples ámbitos. Primeramente, lo he vivido en carne propia desde niña; lo vi entre muchas de mis compañeras y amigas.
Después, lo he visto permanentemente entre mis consultantes femeninas, y lo veo permanentemente también en la vida cotidiana. Pienso que, afortunadamente, va desapareciendo poco a poco, pero es algo que, si queremos erradicar, todas las mujeres tenemos que tomar conciencia y no transmitírselo a nuestras hijas.
Desde el principio de la mismísima biblia, libro que para muchos es una referencia total de vida, ya que dicen seguirla al pie de la letra, ya se responsabiliza a Eva de ofrecer a Adán la fruta del árbol prohibido, en definitiva, del pecado original. Y Adán la comió sabiendo que no debía, pero su culpa perece quedar sobreseída porque, al parecer, fue provocado por la mujer.
No sé si esta era la intención del autor de la Biblia, pero al menos, así me la enseñaron a mi y a mucha gente en nuestra cultura latina de nuestro tiempo. En ella podemos ver que la mujer suele ser la única culpable de, por ejemplo, quedar embarazada cuando no debía, porque “se ofreció”. Y hasta cuando es violada es también culpable porque “provocó, aunque sea por el simple hecho de ser mujer, tal como Dios la hizo”. ¿Ven el paralelismo con el episodio de Adán y Eva?
Pero la cosa no queda solo en el tema de la sexualidad. En la cultura latina la mujer suele ser la culpable de todo lo negativo que ocurre a su alrededor. Debe aclararse que solo de lo negativo, ya que si se trata de algo positivo, probablemente el crédito lo tendrá un hombre, aunque solo sea que “pasaba por allí”. Este síndrome de » Mea culpa» nos hace a las mujeres vivir constantemente analizándonos para ver qué es lo que hemos hecho mal; y aun cuando tratamos de hacer lo correcto, preguntarnos siempre si estaremos haciendo lo correcto.
A la mujer se le transmite que ella es la culpable si sale embarazada sin casarse. No importa lo que el hombre presione; a fin de cuentas, ese es su rol como macho, usando incluso argumentos clásicos como la famosa “prueba de amor”.
Es la mujer la que debe defenderse y protegerse. La mujer es la responsable de ayudar a los padres a sostener el hogar y hacer todas las labores de la casa, incluida la de atender a sus hermanos varones cuando todos viven con ellos y ya trabajan. Los hermanos varones, frecuentemente, ni ayudan ni aportan.
En la vida laboral y en cualquier otra situación extrafamiliar en que tengan trato con un hombre, ellas serán responsables de todo lo malo que ocurra entre ellos, por ser “provocadoras y fáciles”, al grado de que, aunque no lo crean, esto pasa incluso en consultorios de profesionales (varones) de la salud mental, en que las pacientes son seducidas, aprovechando su vulnerabilidad, son abusadas con el argumento de que es parte de la terapia y luego las hacen sentirse culpables, aprovechando la cruz de la «Mea culpa» que cargamos.
En fin, la intención de ondear esta situación, es ayudar a las mujeres a valorarse, a saber decir «NO» a lo que es “no”; a sentirse satisfechas de sus éxitos, a no cuestionarse constantemente y a no negarse el ser felices y sentirse realizadas, aun cuando puedan haber cometido un error. Errar es de humanos. Debo decir también que bastantes hombres, cada vez más, van entrando en el cambio de valorar a las mujeres en términos de igualdad, y hay que agradecérselo, porque hacen prevalecer la conciencia sobre una cultura injusta.
Tratemos de valorarnos, y no permitamos que nadie nos haga sentir mal o culpables injustamente. Lo que consigamos para nosotras lo haremos también para las futuras generaciones por la labor educadora que hacemos con nuestros hijos. Eduquemos por igual a hijas e hijos. El paso adelante que demos será un paso ganado, porque ellos ya nunca lo darán hacia atrás.