En mis primeros blogs, hace ya varios años, hablaba de la familia, de lo que entendemos por familia y de su importancia. Siempre podremos encontrar miles de palabras salidas de miles de bocas que insisten en el tema, y probablemente todos o casi todos reconocemos en el fondo dicha importancia. De hecho, normalmente admiramos y envidiamos a aquellas familias bien construidas y que funcionan bien, y no envidiamos en absoluto aquellas situaciones en las que la familia no existe o no funciona. La familia es, en definitiva, algo fundamental que casi todos queremos, aunque muchas veces ni sepamos muy bien por qué, pero la simple idea de familia nos ha transmitido algo siempre positivo y nunca negativo que nos atraía.
Y siendo esto así, algo que todos desearían, no es precisamente algo que todos busquen actualmente, ni, menos aún, algo que muchos consigan. Pareciera que tener una familia bien estructurada y funcional es una de las cosas más difíciles que existen. ¿Por qué? La respuesta es sencilla, aunque encierra innumerables aspectos a analizar. Simplemente, la inmensa mayoría de las personas no están preparadas para formar y hacer funcionar en forma duradera una familia estructurada. Y curiosamente, pese a que el nivel educativo y la formación de las nuevas generaciones se incrementa década tras década, la preparación para la familia no es cada vez mayor; más bien al contrario.
Antes se formaban las familias más por inercia, porque, de algún modo, era lo que tocaba al llegar a ciertas edades, o porque era la consecuencia inevitable de enamorarse, particularmente en ciertos niveles socioculturales. Era el objetivo prioritario en la vida de casi todos. A veces funcionaba bien; otras no, aunque se trataba siempre de disimular, pero, en general, la gente no solía plantearse si estaba preparado o no para la familia. Ahora, el mayor nivel de conciencia que despierta el incremento en el nivel educativo de la juventud actual, provoca en los jóvenes esa conciencia de no estar suficientemente preparado, así como de la posibilidad de fracaso a la hora de plantearse formar una familia.
Sucede también que las nuevas generaciones tienen también otros objetivos en la vida, tan prioritarios o más que la familia, y a veces consideran que la formación de una familia podría suponer un lastre para dichos objetivos. Y sucede también que, siendo la familia un proyecto para el que se necesita un compañero/a, ese mayor nivel de conciencia les provoca dudas sobre cómo encontrar un compañero/a con suficiente preparación y disposición. En otras palabras, ahora los jóvenes se preparan más que antes para casi todo… excepto para la familia, y, por otro lado la conciencia de no estar suficientemente preparados para ella también es mucho mayor. La consecuencia de todo ello es que tienden a formarse cada vez menos familias, y a romperse cada vez más una vez ya formadas. Podría decirse que la familia, como institución, se encuentra en una crisis creciente, sin saberse realmente qué tan profunda podrá llegar a ser.