Cuando en febrero del año próximo la The Toy Association anuncie en Nueva York al ganador del premio El juguete del año, no debería extrañarnos que ese galardón sea para el fidget spinner. Los Toy of the Year (TOTY), también llamados los Oscar de la industria del juguete, difícilmente ignoren este fenómeno de alto impacto durante el año 2017. Ese invento de Catherine Hettinger, una ingeniera química estadounidense, tuvo un orígen terapéutico: lo creó en 1993 cuando ella padecía miastenia gravis -una enfermedad que provoca debilidad de los músculos esqueléticos- y que no le permitía jugar con su hija.
Hettinger, que perdió la patente por no poder pagar los 400 dólares de la renovación, jamás imaginó que casi 25 años después su invención se transformaría en un negocio de miles de millones de dólares. Construido de plástico, acero u otros metales, el fidget spinner se abrió paso con su etiqueta de “juguete anti-stress”, la denominación perfecta como herramienta de marketing.
Para mí, es una moda tendiente a causar adicción, obviamente por motivos económicos. Es cierto que son relativamente baratos, pero generalmente se incentiva a utilizar varios, para hacer torres con ellos o diferentes figuras. Definitivamente crea adicción, pues además poseen un efecto hipnótico. El que los juega, queda «atrapado», hipnotizado en el movimiento y figuras de los mismos.
El ser humano no puede estar atento a más de dos cosas a la vez, y con este movimiento -aunado a la audición y visión- el niño o adolescente queda lo que vulgarmente llamamos «clavado en el juego». También está en entredicho su condición de anti-stress. Puede que en un inicio sí, pero crea adicción, no se puede parar y esto tarde o temprano generará stress o tensión, por el deseo de estar jugándolo constantemente.
El fidget spinner podría funcionar en los niños autistas que se agreden o agreden. Tampoco estoy segura, porque al quitarselos podrían tener explosiones de carácter o rabietas. No recomendaría ningún juego adictivo ni para niños ni para adultos. Es mejor enseñar relajación, meditaciones, escuchar música relajante o practicar yoga antes que «clavarse» con estos juguetes que podrían llevar a otro tipo de adicciones , ya que generan la pérdida de voluntad.
La explicación del éxito de este fenómeno mundial hay que buscarla en su efecto hipnótico. Los creadores de estos juguetes son genios de las ventas y están en constante búsqueda de juguetes o gadgets que enganchen, con el propósito de vender más y más. Incluso aquellos ya tienen uno, quieren otro y otro… Por algo se han vendido más de 280 millones de unidades en todo el mundo. El negocio perfecto.
En algunos lugares fue simplemente una moda pasajera. Pero en Estados Unidos se ven aún bastantes. Y, lo peor de todo, para ser usados como la nana o el chupete de los niños. Me parece excelente que los hayan prohibido en algunos colegios. Yo no solamente prohibiría estos gadgets, sino todo juguete, computadora y smartphone que distraiga a los alumnos de su proceso educativo o de la sociabilización, si es en el recreo.