Jul
12

FOLCLORICO Y CRIMINAL

He leído la noticia del salvadoreño detenido en Milán, Italia, por intento de asesinato. Al parecer, el señor, probablemente urgido por sus necesidades fisiológicas, no tuvo reparo en liberarse de la presión «a la salvadoreña», es decir, en la vía pública. Una mujer que lo observó, le recriminó su actitud, y el señor reaccionó también a la salvadoreña, es decir, impulsiva y violentamente. Apuñaló a la víctima porque un arma blanca es lo que tenía a mano. Igual hubiera usado un arma de fuego de tenerla a mano, o si no, los puños, que siempre están a mano.

Me interesé en leer los comentarios generados por la noticia, y aunque bastantes de ellos desaprueban lo sucedido y se avergüenzan de que el nombre de El Salvador se manche con sucesos como éste, son también bastantes los que lo justifican en alguna manera. Pero lo que más me ha llamado la atención es que casi todos estos últimos comentarios aludían al hecho de orinar el la vía pública, que no deja de ser un asunto menor dentro de esta historia, sin a penas hacer mención a lo realmente grave que fue la respuesta violenta que a punto estuvo de acabar con la vida de la señora.

Ello es prueba evidente de que hay una identificación cultural por una parte de la población. Es decir, todos estos comentarios podrían resumirse así: «Si el señor andaba apurado, algo tenía que hacer, y en El Salvador así se hace. Y como la señora le recriminó, el hombre tenía que defender su orgullo (En El Salvador también así se hace)»; y eso es lo que probablemente pensó el protagonista. Así de simple es la forma de pensar de muchos de nosotros. Me recuerda a las quejas y argumentos de tantos salvadoreños (y demás latinos) cuando son detenidos en USA por manejar vehículos en estado de ebriedad («total, si yo solo tomado andaba»).

No fue hace mucho que se acordó la imposición de multas por orinar en la vía pública de San salvador. Después, tardó bastante en imponerse la primera de ellas. Yo no sé si se sigue haciendo, pero si sé que las esquinas de muchas zonas hieden igual que siempre. De la misma forma que sigue habiendo numerosos heridos o muertos a consecuencia de pleitos insignificantes o estúpidos. Y estamos acostumbrados a que eso sea así en El Salvador, y pretendemos que los demás, donde quiera que sea, acepten las cosas así también. Así de cachimbones somos.

En cada cosa que hacemos o decisión que tomamos consideramos únicamente nuestra conveniencia momentánea. No son asuntos a considerar ni el interés, la higiene o la seguridad pública, ni el civismo, ni los derechos, ni la seguridad, ni siquiera la vida de terceras personas, ni siquiera nuestra propia conveniencia futura. Y no los consideramos porque no los valoramos. Y no es una cuestión de pobreza, como algunos apuntan; es simplemente cuestión de educación; no de la académica que se aprende en la escuela, sino de educación humana, de valores, de la que se debe (o se debería) aprender en familia. Claro, que si tantísimas familias no existen, o no cumplen su función, no es sorprendente la brecha educativa entre unos y otros. De hecho, el subdesarrollo está en la educación; el económico no es más que una consecuencia.

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