Dic
10

LA LISTA DE SANTA CLAUS

Yo nunca fui partidaria de que mis hijos tuvieran muchos juguetes, y pude comprobar que aquellos con los que más disfrutaron no fueron de los que suele regalar Santa, o de los que anuncian en televisión, o de los que se pueden comprar en las jugueterías. Recuerdo especialmente cómo disfrutaron con una nave espacial que ellos mismos se construyeron durante varios días a partir de una caja de cartón. La diversión no duró demasiado una vez que la nave fue terminada, como con cualquier otro juguete; se divirtieron, sobre todo, mientras la construían, mientras desarrollaban libremente su creatividad para hacer su propia obra.

Mi esposo recuerda de su niñez otra historia similar, en la que tanto él como su vecino habían pedido a Santa un camión, y disfrutaban imaginándose a si mismos jugando con los camiones. El sí fue complacido; el vecino, probablemente por circunstancias económicas, no tuvo tanta suerte. ¿Cómo imaginan que siguió la historia? ¿Disfrutaron ambos del único camión?. Pues disfrutaron de un único camión, pero no de ese precisamente. Disfrutaron de construir con unas maderas y algo de ayuda de su padre un camión para el vecino. Cuando estuvo terminado no pararon de jugar con él, dejando prácticamente olvidado al que trajo Santa. Creo que hasta el padre sintió no ser niño para jugar también con él. Claro, la ilusión por el camión artesanal tampoco duró toda la vida, pero duró durante su construcción y durante un tiempo después. La ilusión por el camión de Santa duró solo antes de que Santa viniera.

Me disculpo por hacer mención de experiencias personales, cosa que no me gusta y que no suelo hacer, pero es que sirve como ejemplo de cómo son los niños en general. Yo estoy segura de que casi todos han vivido alguna experiencia similar con los hijos, o sobrinos… o con nosotros mismos cuando éramos niños. Sin embargo, no aprendimos la lección, no supimos entender lo que los niños nos están enseñando. Y no solo no supimos entenderlo para aplicarlo con ellos, sino tampoco para aplicarlo a nosotros mismos en nuestra vida cotidiana de adultos, porque, a fin de cuentas, ¿acaso este tipo de experiencias suceden solo con los niños? ¿No nos sentimos también identificados de alguna manera los adultos con nuestros «juguetes de adultos»? Me refiero al carro, a la casa, al propio dinero, etc, por supuesto. ¿No disfrutamos tanto o más de las cosas antes de conseguirlas que después? ¿No disfrutamos más de lo que construimos nosotros mismos que de lo que conseguimos ya construido?

Volviendo a los niños, según todo ello, no tendría mucho sentido que Santa viniera cargado de regalos. Los niños nos enseñan que con lo que más suelen disfrutar es con la ilusión previa y con todo aquello que les permite desarrollar su creatividad y ser los autores de sus obras. Pero nos lo enseñan inconscientemente. Sería impensable atreverse a decirle a los hijos: «Miren, Santa no va a traer nada; aquí tienen unas maderas y unos cartones para que construyan sus juguetes». Esa ilusión previa se transformaría en una frustración insoportable; más considerando lo consentidos que los tenemos, y lo alienados que están por la presión comercial y social (al igual que los adultos, por cierto). Por ello, mi recomendación es negociar previamente con ellos que limiten su lista a Santa a aquello que realmente les quite el sueño, y luego incluir por nuestra cuenta algo educativo y que les permita desarrollar su creatividad.

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