La situación delincuencial se ha ido convirtiendo en una enorme avalancha que las instituciones públicas tratan de contener como pueden, pero tratar de contener no es solucionar. Solucionar implica un profundo análisis de los orígenes de la problemática.
La delincuencia es una conducta. Es una conducta anormal, antisocial… pero es, a fin de cuentas, una conducta. Es la mente humana la que determina las conductas, la que consciente o inconscientemente gobierna todos y cada uno de los actos. La buena salud de la mente debe generar conductas adecuadas, y la mala salud de la mente genera conductas inadecuadas.
Son muchos y complejos los factores que deterioran la salud mental, pero se pueden resumir en dos: una falta de adecuación de las personas al medio social por educación inconveniente, que las hace actuar en contra de él; y el sufrimiento de maltrato o abandono familiar, de cualquier índole, que provoca represalias proyectadas contra del medio social.
¿Por qué tantas personas se sienten inadecuadas? Fundamentalmente, porque la sociedad moderna les ha enseñado el consumismo como valor fundamental, pero sienten que esa misma sociedad no les da recursos para responder a ese valor, ni a sus exigencias. Se sienten incapacitados para obtener, de una forma socialmente aceptable, todo lo que la misma sociedad les ha enseñado a necesitar, que puede llegar a ser muchísimo. El consumismo frecuentemente es compulsivo, y hasta adictivo, y llega a deteriorar la capacidad de discernir entre lo legítimo y lo ilegítimo. Por otra parte, los valores fundamentales tradicionales, en muchos casos, no es que se pierdan, sino que no hay la más mínima posibilidad de adquirirlos; en otros casos son tan débiles, que fácilmente son desplazables; y en otros, compiten en desventaja con el consumismo, como en una especie de doble moral, aprendiendo que todo delito es válido si puede ser ocultado, o se le puede dar formalidad legal.
¿Realmente la sociedad no les da recursos ni oportunidades? Ellos así lo ven, aunque, a los ojos de los demás, todos tienen acceso a la educación y oportunidad de superarse, y de estar en la capacidad de responder a la exigencia social en forma aceptable. ¿Qué es lo que sucede entonces?
Que la sociedad marca un camino a seguir, desde que la persona nace, para su progresiva integración. Camino que, en teoría, está muy claro, pero en realidad, existen infinidad de circunstancias que tienden a alejar a la persona del mismo. Además, normalmente estas circunstancias son, a su vez, generadoras de nuevas circunstancias, que terminan provocando la absoluta desubicación.
La marcada desestructuración familiar suele ser causa de la mínima o nula atención que reciben muchos niños, que no pueden sentir estímulo alguno por la superación, que no pueden aprender más valores que los de la calle, ni tener más límites ni referencias que las de su libre albedrío. La violencia física o psíquica, o los desacertados criterios de educación que se dan en muchas familias; familias integradas incluso; o el desconocimiento para superar las distintas dificultades que van surgiendo en las diferentes etapas evolutivas de la niñez y adolescencia, etc., son circunstancias, demasiado frecuentes en nuestro medio, que van deteriorando la salud mental de niños y adolescentes, y que les apartan de la posibilidad de adecuarse a la exigencia social.
Todo niño es un ser inocente cuando nace; a los quince o veinte años, o antes incluso, muchos ya se han convertido en culpables. ¿Nadie se pregunta qué es lo que ha pasado en esos años para que suceda esa transformación?. Todas las circunstancias señaladas anteriormente hacen que muchos niños empiecen a ser culpables desde el mismo momento en que nacen. Si se defiende su derecho a nacer por ser inocentes, ¿Por qué no se defiende también su derecho a seguir siendo inocentes después de nacer? ¿Por qué se les olvida para tener que reconocerlos un día como culpables?
La delincuencia no es simplemente el hecho del delito ya cometido; la delincuencia empieza en cada sentimiento que lo provoca; nace en cada mente insana, en las circunstancias que la dañan. La delincuencia no es una enfermedad social que la policía tenga que curar; sino una enfermedad social que se puede y se debe evitar mediante la adecuada prevención. Es un enorme error pretender cargar la entera responsabilidad de su solución a la institución policial, la cual a penas puede contener el monstruo que entre todos estamos creando. Todos somos, en alguna medida, responsables del mismo, y todos nos vemos seriamente afectados. Desde las instituciones públicas, hasta cualquier padre o madre de familia en su condición de educador, tenemos la obligación de tomar conciencia y hacernos cargo.
Este es un perfecto analisis de todo lo que tiene que ver con la delincuencia pero desgraciadamente las comunidades marginales no tienen acceso a este tipo de orientacion y es de alli de donde emana mas la delincuencia, seria maravilloso que usted pudiera alcanzar a esas personas.
He intentado alcanzar esta población buscando el apoyo de instituciones de gobierno. Lo he intentado por bastantes años, con la más absoluta indiferencia y desinterés como respuesta. Es quizá lo más frustrante que me ha pasado en mi profesión.
Creame que he tratado de crear programas para atención a quien más lo necesita y menos acceso tiene, pero me he topado con el más absoluto desinterés por parte de las autoridades.