May
13

LA VIDA COMO JUEGO

Un día domingo circulaba yo por una importante calle de la ciudad. En una esquina había un payaso esperando para poder cruzar la calle; en vez de hacerlo en la acera, por su seguridad, estaba ya parado sobre el asfalto. A mi lado derecho circulaba un taxi, cuyo motorista debió pensar que no había nada más divertido que gastarle una broma a un payaso, así que de repente, sin pensarlo dos veces, dejó ir su vehículo contra el confiado payaso. Como éste no andaba del todo desprevenido y pudo saltar hacia atrás, y como «sólo de trataba de una broma» y el taxista calculó el oportuno viraje, no sucedió ninguna tragedia; pero la cara de susto del payaso, y el regocijo del taxista por el éxito de la broma fueron dos imágenes simultáneas que no se me olvidan.

Este payaso es sólo una víctima más de este tipo de bromas; parece que es una «gracia» típica de motoristas. Como también es una broma típica en nuestra cultura la inversa, es decir, el aventar a una persona contra un vehículo en movimiento; como también lo son aquellas en las que se involucran armas de fuego; y como también lo son, en definitiva, todas aquellas en que, de una u otra forma, ficticiamente se pone en juego la propia vida de alguien.

En días recientes cinco jóvenes, adolescentes incluídos entre ellos, morían en accidente de tráfico causado por el exceso de velocidad al ir compitiendo en la vía pública. No es la primera vez que sucede, y desgraciadamente, tampoco será la última; es sólo una más. Los protagonistas del accidente eran muy jóvenes y se comportaron como niños. El taxista era ya un señor madurito, pero se comportó con la misma inmadurez.

El problema no es sólo si algo falla o no, si la broma trae serias consecuencias o no, o si la carrera termina en tragedia o no; el problema es también el concepto de broma y de diversión que tenemos. Para que sea divertido, tiene que haber peligro; para que sea divertido tiene que haber violencia; para que sea divertido alguien tiene que sufrir o resultar negativamente afectado. ¿Acaso no nos ha dado Dios a los latinos una excelsa creatividad potencial como para imaginar bromas y formas de divertirse más sanas?.

Esta forma de manifestación cultural que son las bromas, refleja algo que se puede apreciar también a otros niveles, y es el escaso valor que tiene la vida. La vida es un juego, la vida se arriesga de forma absurda; la vida se descuida por completo; la vida se amenaza y, muchas veces, la vida se mata con absoluta tranquilidad.

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