A veces los padres nos rompemos la cabeza para tratar de llenar los tiempos vacíos de nuestros hijos, de manera que no les quede ningún espacio libre. Tememos escuchar la frase “me estoy aburriendo”. Pero sin saberlo, estamos cometiendo un error. Algo es cierto: a los niños les cuesta gestionar su tiempo libre. Por un lado, es propio de la inmadurez, de su edad. Conocen poco sobre actividades que podrían elegir en vez de aburrirse, e incluso hay personas que llaman «vagos» a niños que aprovechan el tiempo libre para solo leer o para pensar en cosas que no entendemos.
Como adultos tendemos a llenar sus vacíos, y del resto se encargan los dispositivos electrónicos. Si antes la niñera era la televisión, ahora lo son las computadoras y las tablets. Ni hablar de los teléfonos celulares inteligentes, que proveen entretenimiento y distracción ilimitada: es TV, es radio, es redes sociales, es reproductor de música y la vez es una consola de juego. Todo en un aparatito que sostenemos en nuestra mano.
¿Pero qué pasaría si en vez de darle una tableta para que no molesten con su reclamo los padres les enseñamos a divertirse y entretenerse por sí mismos? Es decir, no de darles el entretenimiento servido sino incentivarlos a ser creativos. Sin embargo, el “mamá, estoy aburrido” siempre surgirá en algún momento. La razón es que tienen menos preocupaciones que los adultos y también menos responsabilidades. Además, a no ser por el entretenimiento ya mencionado del celular, muchas veces dependen de los adultos y generalmente estos están ocupados.
En los niños de clase media a alta, los padres suelen llenar ese tiempo con actividades extracurriculares, incluso a veces en contra de la voluntad de sus propios hijos, lo cual provoca frustración de ambos lados. En nuestros países, además, es difícil distraerse en lugares públicos, ya sea por la falta de estos o por la poca seguridad que brindan.
En realidad, el debate no debe centrarse si es bueno o malo que los niños se aburran sino cómo gestionar mejor su tiempo libre, sin estar atados a esquemas ni horarios. Aprovechar para leer, para meditar e incluso para dialogar con sus padres.
A veces tienes la impresión de que no se concibe que un niño se aburra, cuando en realidad no ocurre nada si eso sucede. “Se trata de una oportunidad para fomentar la creatividad. No la menospreciemos, es una cualidad muy positiva a la hora de manejarse en el mundo. La creatividad puede ayudar a ser más observador, más comunicativo y resolutivo”, comenta la psicóloga española Cristina de la Rosa Tineo.
Por supuesto, mucho dependerá de la personalidad y la naturaleza de cada niño: a los más inquietos, ahora llamados hiperactivos, se les dificultará esas actividades de contemplación. Ni los videojuegos ni Netflix ni las redes sociales están exentas de provocar aburrimiento: cuando uno pasa tantas horas, casi a modo de rutina, ya pierde la gracia. Al final, una tarde libre, sin ningún programa, puede convertirse en un reto para padres e hijos del que pueden salir fortalecidos.