Quisiera en este espacio deshacer el mito del matrimonio perfecto, como aquel en el que no hay conflictos y todo va siempre bien. Eso es a lo que muchas personas aspiran, precisamente por esa imagen mítica que la cultura enseña y que muchos pretenden ofrecer. Y ese es precisamente el mayor error, porque ese modelo de matrimonio perfecto es una quimera; simplemente no existe. Los conflictos existen siempre; son inevitables. Mejor que enseñar algo irreal como modelo, sería mucho más útil educar en la resolución positiva de conflictos y en la prevención de los mismos.
No existe matrimonio en el que no haya conflictos; lo que sí sucede a veces es que los conflictos se reprimen, pretendiendo con ello responder a ese utópico modelo de matrimonio perfecto con el que muchas personas han sido educadas. Pero el conflicto reprimido sigue ahí, internamente afectando a cada miembro de la pareja. Y lo peor es que esa represión tiende a perpetuarlo y obstaculizar con ello su resolución.
La existencia de conflictos no significa que haya crisis, siempre y cuando los conflictos se resuelvan adecuadamente. Hay conflictos leves que fácilmente se pueden prevenir o resolver, pero que su acumulación termina generando crisis, precisamente por la falta de educación en su resolución. Otros conflictos son más graves por naturaleza, pero también pueden prevenirse o resolverse. Entre los conflictos graves que más comúnmente dan lugar a crisis, están la intromisión de los familiares en la vida conyugal, la disparidad de intereses o de valores, la discrepancia de criterios respecto a los hijos, y, por supuesto, las infidelidades, y el maltrato físico o verbal.
En conclusión, la no resolución de los conflictos, aun cuando no sean graves, puede dar lugar a crisis. Algunos de los conflictos graves son de difícil resolución, e inevitablemente conducirán a una crisis seria. La represión interna de conflictos también puede dar lugar a crisis, cuyos síntomas también tienden a reprimirse. Las crisis tienden a separar el matrimonio en primera instancia, y será en función de cómo se maneje esa crisis que lo separará definitivamente, o por el contrario incluso lo fortalecerá, o bien supondrá simplemente un “stand-by” hasta que llegue la siguiente crisis. Lo que diferencia un buen matrimonio de un mal matrimonio no es la existencia o no de conflictos, sino la forma en cómo se manejan.
EXCELENTE ARTICULO PARA MATRIMONIOS CON PROBLEMAS EN SUS RELACIONES