En estas fechas todo el mundo habla de las metas o propósitos de año nuevo. Lo curioso es que solo se habla de ello a principio de año; por eso se llaman propósitos de “año nuevo”. ¿Y el resto del año? ¿No hay propósitos? Pues francamente, no mucho. Por ello los tales propósitos de año nuevo no pasan de ser un compromiso no tanto con uno mismo, sino con todos los que nos preguntan por ellos, es decir, una respuesta de cumplido ante una pregunta también de cumplido en estas fechas.
¿Y con respecto a nosotros mismos? Pues no suele haber mucha diferencia. Con frecuencia hacemos ante nosotros mismos una declaración de buenas intenciones, pero por eso mismo, porque la cultura nos enseña que en estas fechas hay que hacerlo. Frecuentemente empezamos el intento, pero lo que es terminarlo… casi nunca. Pero no se preocupe. Hay una explicación muy clara, la mencionada en el párrafo anterior; no hay un compromiso real con nosotros mismos; si lo hubiera, ¿Por qué hay que iniciarlo en año nuevo? Si hay un compromiso que cumplir, cualquier fecha es buena; cuanto antes mejor.
Si de verdad tenemos el compromiso, en vez de hablar de propósitos, hablemos mejor de metas. ¿Y qué diferencia hay? Una muy clara: la meta es el propósito en su grado más específico, es decir poniéndole números y detalles; es decir, no solo qué queremos, sino cuánto específicamente, de qué forma, en qué plazo, etc. La meta debe, por tanto, debe incluir un plan, unas etapas, unas sub metas para facilitar su alcance y hacer más estimulante el camino. La meta debe cumplirse; el simple propósito, probablemente no se cumplirá.
Las metas más importantes son aquellas que permiten a los individuos crecer como personas, y suelen ser de dos tipos, que al mismo tiempo deben fusionarse por el bienestar emocional. El primero es el ámbito personal y familiar; el segundo, el profesional. Al igual que en uno mismo, ambos deberán estar presentes también en el crecimiento integral de nuestros hijos, independientemente de la edad que ellos tengan, dado que un niño de siete años y un joven de 18 tienen diferentes objetivos tanto personales como profesionales que desean cumplir insistentemente.
Entre los propósitos más importantes que podrías plantearte para este año están enseñar responsabilidad, fortalecer la autoestima, fomentar autonomía para tus hijos, generar espacios de diversión familiar, ayudar a superar debilidades y mejorar la comunicación intrafamiliar, es decir, que se logre que los hijos tengan la suficiente confianza para externar sus problemas o incluso alegrías a sus padres. Y para convertirlas en metas, no simplemente te lo propongas, sino traza planes para conseguirlo y define hasta qué punto esperas haberlo conseguido a fin de año, de modo que puedas hacer balance y decir “lo conseguí”.
Metas a largo plazo
A su vez, es importante plantearse un proyecto general de vida con tus hijos, ya que así las metas se van planteando y consiguiendo de una forma estructurada y concatenada de acuerdo a ese proyecto de vida, de forma que unas metas sirvan de apoyo a otras. De otro modo, podremos conseguir metas que no resulten en un verdadero crecimiento por estar planteadas de forma desordenada e inconexa. Por ejemplo, el proyecto de vida de una familia puede incluir, entre otras cosas, que sus hijos consigan graduarse de la universidad. Si una meta a corto plazo de un hijo es graduarse de bachiller, y la familia se pone como meta apoyar al hijo con equis recursos y ayuda en sus actividades, ambas metas irán de la mano y serán mucho más fácilmente alcanzables, de modo que supongan un paso adelante más en su proyecto de vida.
Otro punto esencial que se torna muy útil para las familias será escribir una lista de todos los elementos buenos logrados en el año anterior y así intentar fortalecer esas cualidades positivas. Por ejemplo, si lograron que cada uno de los miembros realizara tareas dentro del hogar, deben existir incentivos internos para que ese hábito continúe. Es bueno tratar de tener recordatorios visibles, donde se escriban las metas para que nadie las pierda de vista. Además, al momento de plantearlas no olvides que deben ser metas accesibles y posibles, que se puedan realizar en familia y teniendo paciencia y perseverancia, dado que muchas veces habrá momentos de decaimiento e incluso de retroceso, que ponen en riesgo el éxito.
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