“Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”, escribió alguna vez Confucio. No hay mejor frase para graficar la dependencia que puede generar la cocaína, el fentanilo y otras drogas pesadas en el ser humano.
La cocaína, probablemente uno de los estupefacientes más famosos, es una droga bastante adictiva, por lo cual se cae fácilmente en ella. Su duración en el cuerpo ronda las seis horas y produce una euforia total: una sensación de felicidad plena, pero cada vez va causando más deterioro en el cuerpo y la mente.
En cambio el fentanilo tiene una vida de dos horas en el cuerpo, pero la euforia es menor. Además produce somnolencia y náuseas. Su corto efecto comparado con la cocaína lo hace más adictivo, ya que requiere volver a utilizarlo luego de solo dos horas. Por otro lado, al ser de muy barato, de fácil fabricación y contrabando, se está popularizando rápidamente; y al ser tan adictivo se consume más, lo cual puede provocar una sobredosis mortal.
Se estima que aproximadamente uno de cada seis norteamericanos (el 15 por ciento de la población) ha probado la cocaína al llegar a los 30 años de edad y el 7 por ciento la ha probado antes de haberse graduado de la escuela secundaria.
La única forma de evitar el uso de forma radical es mantener una vida sana y alejada de las tentaciones. Al ser tan adictivas, los que las comercializan tratan de «meterlas» a los individuos sin que se den cuenta para luego tener clientes cautivos. Sin embargo, al menos que alguien las ponga en una forma enmascarada, la mejor forma de evitarlas es alejarse de los lugares y personas donde se consumen. En cambio, aquellos que la prueban por jugar o por experimentar serán presa fácil de la adicción. Es más valiente rechazarlas que consumirlas.
Una vez adictos, el proceso de salida es muy complicado. Solo se logra con abstinencia total o con la ayuda de fármacos creados en laboratorios con efectos similares pero menos graves y controlados que las drogas en sí. Hay que recordar que gran parte de la adicción es una compulsión mental, por lo cual no solo debe desintoxicar el cuerpo sino trabajar también en la mente del consumidor.
El tratamiento para la adicción y abuso de opioides incluye medicinas, terapia de consejería y asesoramiento y terapia asistida por medicamentos que contiene medicinas, consejería y terapia conductual. Además, tratamiento residencial , hospitalario y el alejarse de los sitios que se frecuentaban al consumir y claro de los amigos y personas que consumen.
Pero nada de esto va a funcionar si no hay una verdadera intención de salir del problema, por eso no siempre en los centros de rehabilitación se consigue mejorar. Si el drogadicto no está convencido de querer cambiar, poco se puede hacer. Puede existir un doble enganche: el corporal y el mental. Si un paciente no desea realmente cambiar es difícil ver resultados positivos. Y con una autoestima tan baja y unas vidas tan desestructuradas es poco el deseo que les ata a permanecer sobrios. Por eso se recomienda cambiar de ambiente y amistades. En ese sentido, una buena compañía puede ser clave para tratar de instaurar un sentido a su vida y sentirse útiles y valiosos.
Para no llegar a situaciones extremas, es fundamental que este tema sea abordado en familia desde temprana edad en vez de ocultar la realidad. El flagelo de las drogas y sus consecuencias debe ser explicado claramente a medida que los hijos crecen… Incluso, un baño de realidad es llevarlos en auto por los lugares donde los drogadictos deambulan como zombies, sin hogar y mendigando, para tener real dimensión de los efectos que producen los estupefacientes. Tampoco está mal comentar noticias como muertes por sobredosis de jóvenes, sobre todo si a nuestro alrededor están ocurriendo.
Siempre es mejor prevenir que lamentar… Además de la cocaína, también es un peligro la heroína. Su uso crónico mediante inyección provoca la aparición de venas cicatrizadas o colapsadas, infecciones bacterianas de vasos sanguíneos, abscesos y otras infecciones de la piel y tejidos blandos, y enfermedades hepáticas, cardíacas y renales que pueden terminar en la muerte. Además, llega un momento en que toda la vida del adicto gira únicamente alrededor de la búsqueda, obtención y consumo de la heroína.
Por su parte, el fentanilo provoca efectos que incluyen felicidad extrema, aletargamiento, náuseas, confusión, estreñimiento, sedación, tolerancia, adicción, depresión respiratoria o paro respiratorio, pérdida del conocimiento, coma y muerte. Las cifras son contundentes: más de 150 personas mueren cada día por sobredosis relacionadas con opioides sintéticos como el fentanilo.