Cuando una madre pone a su hijo antes de los tres años en un kínder, probablemente escuchará por parte de algunas personas una expresión parecida a ¡Pobre chichí!. Comentario lógico de una cultura tradicionalmente consentidora y sobreprotectora con los pequeños, que considera que el mejor lugar para ellos es la casa. Tiende a pensarse a veces, que dejarlo en el kínder es una forma de abandonarlo de la protección casera y de evadir la responsabilidad maternal con el pequeño. Pero eso no es tan acertado, ni mucho menos; más bien al contrario, es un error que la cultura no permite reparar.
La escolarización temprana tiene múltiples ventajas frente a ningún inconveniente. El que los niños desarrollen las habilidades para el aprendizaje cuanto antes es una de las principales ventajas de la escolarización temprana. Los pequeños empiezan a sentirse estimulados en el aprendizaje y a adquirir los aprestos necesarios para ello desde muy pronto. Cuando llegan a la edad escolar se encuentran en una posición de clara ventaja con respecto a aquellos no escolarizados previamente, que empiezan prácticamente de cero. Cierto es que en ese punto los primeros tienden a verse frenados al tener que llevar el mismo ritmo que los otros; es uno de los problemas del sistema educativo, pero en cualquier caso, mostrarán un mayor estímulo, interés y facilidad para asimilar el aprendizaje.
También es muy importante que en el kinder los niños empiezan a sociabilizar cuanto antes, ya que de este modo su mente se va estructurando en la conciencia de que no son únicos, sino parte de un grupo en el que aprenden a compartir y convivir. Cuando un niño se escolariza a una edad tardía, suele tener asimilado un carácter egocéntrico que le dificulta la integración al colectivo y la adecuada actitud ante la convivencia. En el kínder aprenden a compartir y a convivir bajo la supervisión de personal capacitado para ello, cosa que difícilmente harán en la casa.
La escolarización debe ser temprana y gradual. Idealmente empezando con un par de horas diarias, para extenderlo poco a poco hasta un horario académico regular. Debemos quitarnos de la cabeza la idea de que los pequeños sufren con esta experiencia a edades tempranas; todo lo contrario. Probablemente va a existir la típica angustia de separación de los primeros días, pero en condiciones normales debe desaparecer pronto, y el pequeño empezará a disfrutar la experiencia. Por otro lado dicha angustia de separación suele existir a cualquier edad ante la primera experiencia; tanto más cuanta más edad tiene.
El mejor lugar para los pequeños no es la casa, sino el hogar; es decir la estructura familiar que les proporcione toda la atención afectiva y educativa que necesitan, y que les brinde la oportunidad de adquirir, desde temprana edad, herramientas para el aprendizaje y para integrarse armónicamente a la sociedad. Para lo primero, los padres son insustituibles; para lo segundo, probablemente los padres no estén tan preparados; y mucho menos la niñera o la doméstica; siendo el kinder, durante unas pocas horas diarias, la mejor solución. La casa, como espacio físico, tiende a limitar el crecimiento mental de los niños y, sobre todo, su sociabilización.