Uno de estos viernes pasados me dirigía yo hacia una de las llamadas “zonas vivas” de San Salvador (como son privadas omito el nombre). Los viernes suelen ser particularmente intensos en lo que a tráfico hacia estas zonas se refiere, y es muy común encontrar personas pidiendo limosna en medio del congestionamiento vehicular. Sin embargo, ese día llamó poderosamente mi atención una niña (o jovencita, según se mire) de unos 14 ó 15 años, bonita y esbelta, pidiendo limosna, en uniforme escolar, entre todos los vehículos que circulaban.
Aun ahora, al recordarla, mi corazón se encoge y veo aquella cara bonita con los ojos más tristes y avergonzados que he visto en mi vida. A punto de llorar, parecía pedir disculpas por su situación, pero estoicamente continuaba la tarea impuesta, probablemente por sus progenitores. Más atrás de ella venía un niño con gesto y actitud inocente, también pidiendo dinero, pero aún sin la capacidad de ver en su totalidad la desgracia y peligro de su situación.
Volviendo a recordarla con dolor en mi pecho, esa niña, pienso, podría ser mi hija. Sin embargo, yo tengo hijos, y ellos están en una situación mucho más favorable. ¿Qué hace la diferencia entre mis hijos y ella? Una de las primeras diferencias es que yo pasé muchos años antes de sentirme realmente preparada y decidirme a tener hijos. Otra, que yo tomé mi decisión basada en mis posibilidades y no en fundamentos culturales, ni en dictados de otras personas o agrupaciones, que abogan genéricamente por una causa u otra, sin ponerse en la realidad particular de cada uno de nosotros, los padres, y más aun las madres. Y la tercera gran diferencia es que yo he sido consciente y consecuente con el compromiso adquirido, y, con el apoyo de mi esposo, trabajo y vivo para ellos; no al revés.
Qué será de esa niña? Me atormenta su imagen, pero a la vez no deseo decir dónde la vi, pues nada solucionaría con ello. De este modo, probablemente seguirá en la calle, probablemente será maltratada y abusada, probablemente pronto saldrá embarazada y repetirá el ciclo, tal vez se prostituirá. De otro modo, probablemente la enviarían a un albergue, donde, probablemente, también le pasarán las mismas cosas. ¿Hay alguien que desee contradecirme?. Pero lo que sí es seguro es que en ningún caso gozará de los “derechos de la niñez”. Fuera del albergue, al menos, entre maltratos y abusos, ojalá alguno de sus padres, probablemente la madre, encuentre algún momento para darle una caricia y una buena palabra de vez en cuando.
Tanto mencionar la palabra “probablemente”, que terminó siendo el título. En nuestra cultura seré tachada de negativista, porque no nos gusta pensar que sucederán cosas negativas; preferimos creer que todo va a ir muy bien, pero como por arte de magia, sin poner los medios para que las cosas vayan efectivamente bien, con lo que, probablemente, no irán bien. De hecho, lo que probablemente le pasará a esta niña es lo que les sucede a la gran mayoría en su misma situación, y eso no es probable, es seguro. Después, cuando sucede lo que era probable que sucediera porque no pusimos los medios para evitarlo y preferimos pensar que no sucedería, simplemente nos resignamos diciendo “ni modo”, y nos olvidamos pronto del tema, con lo que, probablemente, volverá a repetirse. Por eso no progresamos.
No es necesario comentar sobre la nota usted lo dijo todo.Otra vez muy acertada la critica de nosostros mismos.Hay muchas formas de cuidarse para no traer hijos al mundo si no tenemos los medios para sacarlos adelante.Ovación y aplausos por traer este relato tan triste para levantar conciencia sobre estos asuntos que no deberían de ser vistos como cosa normal en una sociedad.
Excelente articulo Margarita. No creo que seas negativista, creo que hay que saber interpretar la realidad de manera tal que se puedan apreciar las cosas sin ser ingenuos. Felicitaciones por el blog, me parece brillante.
La felicito Dra. Margarita. No pienso que sus ideas sean negativas, mas pienso que son realistas. Desafortunadamanete, ademas de las elementos que usted menciona, la religion, la poca educacion sexual o ignorancia de los jovenes, influye mucho en la costumbre de muchos de nuestros pueblos de tener los hijos que «Dios mande» o ya sea los accidentes posibles por relaciones irresponsables. Por lo tanto, la religion y los gobiernos son responsables en gran parte de que hayan tantos ninos mal alimentados, analfabetos y en la pobreza.