En condiciones normales, cualquier padre o madre espera lo mejor de su hijo. Incluso desde antes de nacer hace planes para él, y se lo imagina exitoso. Sin embargo, a veces esa imagen empieza a verse frustrada cuando empieza la etapa escolar; el niño no rinde lo que debería y comienza a tener problemas, que muchas veces terminan en el fracaso escolar.
A veces los padres no se preocupan en un principio, pensando que «ya mejorará», y únicamente empiezan a plantearse el problema cuando los síntomas se han convertido ya en graves señales de alarma, como repetir grado; y ya hay un deterioro creado. Y en la mayoría de los casos, los padres solo observan que las cosas no van como deberían ir y se decepcionan impotentes, e inconscientes al mismo tiempo de que la causa puede ser identificada, y probablemente corregida.
Una causa puede ser los problemas de atención e hiperactividad, que no permiten centrar la atención en la clase; otras veces el fracaso es debido a otros tipos de problemas del aprendizaje, de modo que aun siendo un niño inteligente que pone su mejor voluntad y atención, no consigue asimilar el aprendizaje en ciertas áreas. Aun cuando ambos tipos de problemas son independientes, en algunos casos se dan simultáneamente.
Teóricamente, estos problemas del aprendizaje están causados por alguna anomalía del sistema nervioso central que interfiere con la recepción, procesamiento o comunicación de la información. Las consecuencias del problema son acumulativas, ya que al tener dificultades en el aprendizaje de aspectos básicos se le dificultará igualmente el aprendizaje de todo aquello que se fundamente en éstos. Ello degenera muchas veces en el fracaso escolar y en el deterioro de la propia autoestima del niño, al grado de que suelen preferir dar la imagen de alumnos mal portados y malos estudiantes, que a que los demás puedan pensar que son «estúpidos». Algunos síntomas que deben saberse reconocer, y que indican problemas de este tipo son:
Dificultades para seguir y entender instrucciones.
Dificultad para recordar lo que se le acaba de decir.
No consigue aprender a leer y escribir bien, o a manejar la aritmética básica
Presencia de dislexia; confunde el orden o lateralidad de las letras, los números o la ubicación (confunde derecha e izquierda, la «d» con la «b», «el» con «le», «24» con «42», etc.).
Le falta coordinación al moverse o al realizar actividades manuales sencillas.
Se le pierden fácilmente sus objetos escolares o de otro tipo, o sus tareas o asignaciones.
En algunos caso no conceptualiza el tiempo. No distingue entre «ayer» «hoy» o «mañana».
Estos problemas pueden tratarse con terapia educativa especial, pero es importante detectarlos tempranamente para encontrar solución antes de que empiecen a ocasionar el deterioro acumulativo antes mencionado. De lo contrario, la solución siempre es posible, pero tanto más compleja cuanto más tiempo se haya dejado pasar, porque entonces, además de tratar el problema específico del aprendizaje, hay que recuperar poco a poco todo el aprendizaje académico perdido durante años, a veces desde lo más básico; y más aún, hay que trabajar también el aspecto psicológico para recuperar la confianza y la autoestima perdida. De este modo, el problema es multidisciplinario, porque requiere de educación especial, educación académica regular y de tratamiento psicoterapéutico.