Cada vez más tendemos a confundir el espíritu de la navidad, y a desplazarlo de su vocación espiritual hacia una vocación puramente comercial, a lo cual los comerciantes nos ayudan bastante, claro. En estas fechas se vive una verdadera preocupación por el regalo con que “se cumplirá” con fulano. Y a su vez, fulano espera el regalo con que mengano “cumplirá” con él. Mengano(a), en realidad, tiene una larga lista de personas con quienes debe “cumplir”, y tiene que tener mucho tacto para elegir la categoría de regalo para cada quien, porque por un lado, se puede desbalancear su presupuesto, pero por el otro, corre el riesgo de que fulano quede insatisfecho, y haga comentarios como: “¡vaya con mengano, lo que me regala; se habrá quedado pobre!”.
Es frecuente mandar el regalito con la tarjetita protocolaria de rigor, para así no tener ni que saludar a la otra parte, lo cual resulta paradójico, absurdo. Hasta las tarjetas de felicitación vienen ya todas impresas con un mensaje navideño, tan bonito como vacío e impersonal, muy apropiadas para quien no tiene nada que decir. Lo que llena de contenido la tarjeta es el verdadero sentimiento de las personas, y eso sólo uno mismo lo puede expresar. Claro, que si busca una bonita tarjeta en blanco, sin mensaje impreso para poder escribir usted y dar rienda suelta a sus sentimientos, aunque sea con mala letra y ortografía, le será muy difícil encontrarla; ya todas le anularon su iniciativa y creatividad.
Por otra parte, hay personas que desearían regalar simplemente un sincero abrazo y un verdadero deseo de felicidad, pero tienen temor a quedar mal por no incluir algo material en el combo, pensando que eso es lo que espera la otra persona. En definitiva, todo el espíritu navideño se va traduciendo a una cuestión de quedar bien o quedar mal, en base a algo material, olvidándose de su verdadera esencia como marco para un acercamiento espiritual entre los seres humanos.
Si de verdad aprecia a las personas, aproveche esta ocasión para expresarlo abierta y directamente, independientemente de regalitos; no los necesita. Si está distanciado de quien debería estar cerca, aproveche para el acercamiento. Si hay sinceridad, será el más bonito regalo que la otra persona recibirá, y no cuesta dinero.