Feb
2

SEXO TOXICO

Siete de cada diez mujeres sufren violencia en El Salvador. La estadística es tan fría como contundente y llama a la reflexión. Puede ser violencia psicológica, física o sexual. No todas lo denuncian, algunas por temor y otras porque ya es demasiado tarde: son víctimas de feminicidios, un término que tristemente ha cobrado mucho auge en los últimos tiempos. Algo que por frecuente no deja de sorprender es la cantidad de casos de violación. Por ser seres más frágiles y vivir en el reino del machismo, las víctimas son presas fáciles de quien se atreva. Y no solo aplica para las mujeres, sino para cualquier ser frágil como niños o personas con capacidades disminuidas.

A veces, cuando se trata de personas del mismo sexo, es más difícil de advertir -y por lo tanto prevenir- una violación o abuso sexual. Es que muchas veces el violador busca aprovecharse de un momento oportuno: un descuido, las cárceles o la condición de discapacitado de alguno, por poner un ejemplo. También se valen del engaño que hace que los agredidos crean en un principio que su violador les tiene algún cariño y solo buscan amistad. Cuando descubren la verdad  ya es demasiado tarde.

En la actividad sexual existen una serie de actividades que engloban los llamados fetichismos. Si son del agrado de ambos en una pareja, de forma consensuada, no necesariamente es malo, aunque para otros parezcan desviaciones de la misma y hasta perversiones. Sin embargo, el problema es cuando el dominante en la relación ejecuta actividades u obliga a desempeños sexuales que lastiman, ofenden y sobre todo no son aceptadas por sus parejas. Eso también es inadecuado, por más que el ejecutor  no sea un extraño sino su propia pareja. Así mismo si la pareja no desea tener sexualidad y es obligada, puede considerarse como violación. Por eso es importante detectar una relación tóxica y cortarla de plano. 

Si la pareja no comparte vínculos, como el matrimonio y/o hijos, será mucho más sencillo dejar a una persona porque nos utiliza de una forma sexual que no nos agrada y que nos somete a su voluntad. Si hay una relación más formal, será más complicado: se requiere de mucha autoestima y coraje para tomar una determinación así. En una sociedad dominada por el machismo, el ser más débil pasa a ser propiedad del más fuerte y no una pareja que comparte en armonía e igualdad. 

Es bastante difícil cortar estas relaciones tóxicas que pueden condicionar nuestras vidas; y suele necesitarse de una consejería y de una parte legal al mismo tiempo. El sexo suele usarse como método de crueldad, ya que es una forma de demostrar dominio y sumisión a su contraparte. También puede haber parejas que omiten dar sexualidad o gestos de afectividad de forma consciente para hacernos sentir inferior. No obstante, lo más frecuente es que causen dolor y maltrato durante el mismo acto sexual: son sádicos con sus parejas y disfrutan haciéndoles daño. 

Este tipo de fenómeno se da en todos los estratos sociales, pero es más frecuente en las capas de menor nivel cultural. Hay personas, hombres, que creen que eso es a lo que tienen derecho y, otras, mujeres, que piensan que esa es su parte en la sexualidad, ya que sienten que pertenecen a alguien y no pueden elegir la forma de ser tratadas. Desgraciadamente, y sobre todo en las sociedades latinas y países tercermundistas, esto lo observamos con cierta naturalidad. Y ni hablar de las culturas asiáticas, africanas y árabes. En dichos lugares, ni siquiera una denuncia es garantía de nada. Primero por el temor, y además porque suele ocurrir que la víctima  se victimiza más aún, siendo repudiada por la sociedad y la propia familia, mientras que el agresor goza de total impunidad.  

Deja un comentario