Ene
18

¿SI A LA VIDA, SI A LA MUERTE ?

De la misma manera que cuando está de actualidad el tema del aborto pareciera surgir un clamor popular por el sí a la vida, en ocasiones, como consecuencia de algún suceso que haya ofendido gravemente a una sociedad, se percibe ese mismo clamor popular, pero por el sí a la pena de muerte. Pareciera que pocos han reparado en la contradicción; pareciera que ese clamor popular no es la consecuencia de una reflexión profunda y serena, sino la reacción inmediata a la coyuntural indignación popular. Creo que ni nosotros mismos tenemos claro si el clamor por la pena de muerte es una petición de justicia, una petición de venganza, o una petición de seguridad.

Como medida de justicia supone un retroceso a la ley del talión inventada hace miles de años. Si con ello pudieran volver a vivir tantos inocentes que pierden la vida a manos de criminales, entonces sí sería justo cambiar la vida de los criminales por la de los inocentes; pero este tipo de injusticia es de la que no tiene reparación posible.

Como venganza, ésta es una reacción natural en el ser humano ante una ofensa. Ha existido y existirá siempre en toda cultura. No es que sea malo sentir venganza; pero sí es muy peligroso dejarse llevar por ella y no manejarla adecuadamente.

Como medida de seguridad, es más que dudoso que la pena de muerte sea disuasoria o sirva de ejemplo. El criminal que atenta contra la vida ajena de esa manera, tampoco ama su propia vida, y, a parte de que no suele plantearse la posibilidad de ser atrapado, enfrentar la muerte no le asusta de la misma manera que a nosotros. En otros países donde hay pena de muerte, los niveles de criminalidad no son menores por ello. En Estados Unidos, algunos estados tienen pena de muerte, y otros no; y no hay diferencias significativas en cuanto a seguridad. Nada hay más legítimo que el derecho de una sociedad a garantizar su seguridad, pero sería interesante investigar más la raíz del problema y buscar soluciones más creativas que la pena de muerte.

La sociedad defiende el derecho a la vida del aún no nacido, porque es un ser inocente, para condenarlo a muerte veinte años más tarde porque entonces “es culpable”; incluso se les llama “mal nacidos”, como dando a entender que no debieron haber nacido, y nadie se pregunta qué es lo que ha pasado en esos veinte años para que tantos “inocentes se conviertan en “culpables”. Todos los seres humanos son inocentes antes de nacer, pero muchos empiezan a convertirse en culpables en el momento en que nacen, porque casi todas las circunstancias que lo rodean, principalmente económicas y familiares, lo van guiando hacia la criminalidad, hacia la culpabilidad.

El derecho a la vida no debe entenderse simplemente como el derecho a venir al mundo, sino hacerlo en unas condiciones aceptablemente dignas que permitan un sano desarrollo en armonía con uno mismo y con la sociedad, de modo que no se conviertan en culpables veinte años después “como por arte de magia”, y queramos matarlos… después de que ya hicieron mucho daño.

Deja un comentario