Vivimos en la era de la inmediatez, casi obligados por el entorno a procesar todo a una velocidad atroz, a un ritmo insostenible. Eso es lo que llamamos una “sociedad fast forward”, con una impaciencia tal que ni siquiera nos permite escuchar un mensaje de voz en el modo natural y tenemos que acelerarlo a 1.5 o 2 para ganar tiempo.
Esta es la nueva sociedad creada por los jóvenes que desean todo pronto y a veces hasta sin preguntar. Una generación que ya tenía la ayuda de Google, pero que ahora acude a la inteligencia artificial (AI) como gran atajo. Eso le permite investigar sin investigar, leer resúmenes de libros en vez de libros enteros, adelantar las películas para llegar antes al final… Toda la información es “la necesito para ayer”, con lo cual cada vez más pierden el criterio analítico; no procesan, solo engullen sin digerir.
En otras palabras, podríamos describir a la “sociedad fast forward” como una cultura caracterizada por la aceleración y la inmediatez. Este concepto se refiere a cómo las tecnologías modernas, especialmente las digitales, han transformado la forma en que las personas trabajan, se comunican, consumen información y se entretienen, creando una expectativa de resultados rápidos y acceso inmediato a productos, servicios y beneficios.
De repente, casi sin darnos cuenta, vivimos en velocidad 1.5. Tenemos muchos distractores y malos ejemplos debido a los medios de comunicacion y, sobre todo, a la tecnología. Los jóvenes desean ser ricos y sabios de la noche a la mañana, quieren dinero fácil. ¿Para qué estudiar? De hecho, un reciente estudio en Latinoamérica descubrió que la profesión que más aspiran los adolescentes es la de youtuber o influencer.
¿Para qué quemarse las pestañas estudiando? ¿Para qué fundirse trabajando a esperar una jubilación? La fama debe ser inmediata y con eso llega dinero. Esto, en cierto modo, lo propician hasta las propias televisoras cuando hacen acopio de “influencers» para cubrir temas para los cuales uno se ha preparado toda la vida y ellos, en cambio, han visto de manera superficial o lo han leído fugazmente. Todos queremos ser aprendices de todo sin ser profesionales de nada, aunque nos sintamos como tales, algo que está mal.
Podría ser una paradoja que ahora que la tecnología nos facilita todo tengamos menos tiempo que antes y estemos obligados a vivir en vértigo. Por eso es importante priorizar las actividades de acuerdo con las metas y no caer en las tentaciones de una vertiginosa sociedad de consumo. Por cosas como estas, la ansiedad se ha disparado, lo mismo que el insomnio, las frustraciones y hasta los suicidios. Básicamente, se ha perdido el placer de saborear la vida: queremos vivirla de un trago y antes que llegue el mañana.
A la ansiedad se la combate con sabiduría, eligiendo con mesura lo que nos interesa y determinándose a explorarlo y llegar hasta el fondo. Poco a poco, no bebiendo varios tragos para emborracharnos lo antes posible. Lo que vale es el encanto de beber mientras disfrutamos de una auténtica charla de amigos, una película o un buen libro. Todos esos son buenos antídotos para cerrarle la puerta a la “sociedad fast forward”.