Suele suceder que algunos títulos o enunciados de libros de autoayuda o superación despiertan nuestro interés lo suficiente como para comprarlo, interpretarlo y seguir cada uno de los consejos. No es ningún pecado. En definitiva, este tipo de publicaciones son útiles como forma rápida de encontrar tips para ganar autoestima, respuestas a problemas puntuales y aumentar nuestros conocimientos generales. Sin embargo, no resuelven los problemas más íntimos del lector. Normalmente estos libros se quedan en lo superficial y no ahondan verdaderamente en soluciones.
De alguna forma es una fantasía pensar que leyendo un libro mejorarán nuestros problemas cuando son libros generales, creados sin conocer a cada lector y sus diferentes aspectos particulares; de hecho, sus consejos no siempre deben ser seguidos por todos y cada uno de los lectores. Si la persona es alguien que no tiene problemas, bien; pero la mayoría los busca para resolver algo que muchas veces le avergüenza traer a la luz., o, peor aún, que ni siquiera sabe que está incubado en su mente.
Por ejemplo, cualquier trastorno ocasionado por un caso de abuso infantil jamás podría resolverse con los consejos de un libro, por bien calificado que sea el autor. Son traumas demasiado severos, muchas veces quedan enquistados de manera confusa o casi olvidados, mezclados con emociones de culpa, rechazo, amor, complicidad y vergüenza. Una gran gama de emociones positivas y negativas que suelen confundir al sujeto. Los casos de abuso infantil abundan en El Salvador y algunos se han vuelto muy mediáticos, como el reciente que involucra a un magistrado. Por lo tanto deben tratarse con adecuadas terapias llevadas a cabo por profesionales.
Es necesario ir poco a poco, sin tratar de precipitar los hechos y permitiendo que el sujeto elabore sus propias ideas y sentimientos y los vaya resolviendo de acuerdo a sus propios mecanismos. En niños aún es más compleja la labor y no se debe intentar hacer interpretaciones precipitadas, sino darle a la víctima tiempo para reconocer el trauma que ha vivido e ir dandole recursos para sobrellevarlos. En algunas ocasiones el solo hecho de poder elaborar las ideas de manera más consciente da una gran liberación.
Estos casos suelen tener un ingrediente extra: no se denuncian. Generalmente, esto se debe a la vergüenza y al miedo ya que los abusadores suelen ser personas allegadas al grupo familiar, o con poder. En general, se estima que sólo uno de cada cinco casos llega a los tribunales. Y aún peor, de los pocos que llegan a judicializarse, en alrededor del 73% el agresor queda impune.
La ausencia de denuncia alimenta el círculo vicioso, pues exhibe una peligrosa impunidad en este tipo de delito. Como en su mayoría son personas relacionadas con su entorno más cercano, existe el temor de romper con la estructura familiar existente. Si la persona tiene poder, suele haber impunidad, y además las soluciones son complejas.
La Justicia aún se queda corta en el manejo de estos delitos y muchas veces; si son niños, la solución es bastante injusta, ya que pasan a manos del Estado, que no está preparado en la mayoría de los casos para darles el amor, contención seguridad y apoyo que las víctimas reinsertadas necesitan.
Otro aspecto condenable es que si un niño o joven va a juicio contra un abusador tiene que relatar su historia hasta cuatro veces. Eso forma parte de lo que llamamos «victimizar a la víctima», quien queda en manos de un sistema que no está preparado para estos delitos. En muchos juzgados no saben cómo procesar el material recopilado y suelen enfrentar a las víctimas indefensas y confundidas con los perpetradores, quienes negarán y hasta estarán en condiciones de superioridad ante la ley frente a los niños y jóvenes ya bastante vulnerados y vulnerables.
No es fácil recuperar a un niño o adolescente que ha sido abusado. En los juicios debe intentarse mantenerse el anonimato de los involucrados y, sobretodo, las víctimas, más en lugares adonde, como en nuestro país, es difícil reinsertarlas en una nueva sociedad que sea ajena a lo que les ha ocurrido para empezar una vida de cero. Aunado a terapias y ambientes acogedores, amorosos y que proporcionen seguridad…
Uno de los principales problemas es que la víctima se anime a actuar y a denunciar. Como padres, es fundamental creer en nuestros hijos, darles apoyo y denunciar. Claro, en países como los nuestros, esto se hace más difícil. Poco a poco, con mucho asesoramiento de países que van a la vanguardia combatiendo este tipo de delitos y en la procuración de abolir la impunidad pueden mejorarse estos procesos, especialmente promulgando la no expiración por tiempo de este tipo de delitos. Las leyes pueden ayudar a superar los abusos, los libros de autoayuda, también, pero solo una terapia adecuada podrá alejar la mente de las víctimas y sus familiares de este infierno.