Las enfermedades mentales suelen ser, con frecuencia, mal vistas. Por lo tanto, aquellos que las padecen tienden a evitar hablar de ella con sus familiares y amigos por temor a ser juzgados. El comentar abiertamente sobre la salud mental ayuda a crear conciencia. Al obviarlo, por el contrario, contribuye a ese sistemático mecanismo de minimización.
Nunca se le da a la salud mental la importancia que merece. Siempre ha habido un estigma sobre ese tema y políticamente no tiene resultados inmediatos, con lo cual no se vende fácilmente. Además, a todo lo diferente lo tratamos de encasillar y lo describimos con frases como “está loca», “esa es neurótica” o “aquel es bipolar”.
El miedo a esa etiqueta fácil es lo que hace que la gente intente ocultar o minimizar su problema. Es que todo aquello referente a los mental nos parece que tendrá la tendencia a que nos cataloguen de «raros» o “locos”. En su mayoría, a causa de los tabúes de la sociedad, las personas con problemas mentales tienden a negar los síntomas que padecen y les cuesta pedir ayuda. Al final, se trata de un círculo vicioso, ya que todos, de una manera o de otra, profundizamos el estigma al tachar de loco a todo aquel que es diferente. Lo mismo ocurre con aquellos que se quejan de algo mental: «Vos estás loco», “Son locuras”, etc.
A veces solo es cuestión de ver las estadísticas. En los Estados Unidos, por ejemplo, las enfermedades o trastornos mentales representan el porcentaje más alto de problemas de salud. Alteran la forma de pensar de una persona, su comportamiento y su estado de ánimo. Las más conocidas son la depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar; aunque hay otros sintomas mas comunes como la ansiedad, la tristeza, la pena por la muerte de un ser querido y la falta de un duelo consumado , que pasan aun mas desapercibidos.
Esa evidente tendencia a ocultar el tema hace que no se eduque lo suficiente sobre los problemas de salud mental. Básicamente, el motivo es que no es rentable. Sin embargo, en Latinoamérica hay algunos ejemplos, como la serie mexicana Rosa de Guadalupe, donde en cada episodio el protagonista de turno confiesa su crisis, contribuyendo positivamente con ello a crear conciencia de la normalidad de situaciones que nos afectan a la mayoría de nosotros, en mayor o menor madida, temporal o permanentemente.
Si por estos días se habla de salud mental, en gran parte se lo debemos a atletas como la gimnasta estadounidense Simone Biles -ganadora de cuatro oros en Río 2016- que abandonó momentáneamente la competencia en los Juegos Olímpicos aduciendo ser víctima de “una crisis de salud mental”. Sin embargo, no es suficiente. Es apenas una excepción.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental individual está determinada por múltiples aspectos sociales, psicológicos y biológicos. “También hay factores de la personalidad y psicológicos específicos que hacen que una persona sea más vulnerable a los trastornos mentales. Los trastornos mentales también tienen causas de carácter biológico, dependientes, por ejemplo, de factores genéticos o de desequilibrios bioquímicos cerebrales”, explican en su sitio web.
Lo que vemos es apenas la punta del iceberg. La OMS calcula que mil millones de personas sufren en todo el mundo enfermedades mentales, lo cual representa una sexta parte de la población total del planeta. Definitivamente la salud mental es un aspecto que está subvalorado y que requiere la intervención de los organismos sanitarios, pero los presupuestos son escasos y no se invierte lo suficiente. Además, mientras no se haga una campaña de concientización y se vuelva un tema cotidiano, seguirá pareciendo que es un problema de pocos. Un problema de “unos pocos locos”.