En los primeros meses de noviazgo es muy común que los miembros de una pareja tiendan a mimetizarse. Es cierto que se sienten emocionalmente conectados y puede ser una forma inconsciente de fortalecer esa relación al crear un sentido de unidad. Sin embargo, también sucede que una de las partes termina acomodándose al otro, cediendo terreno con tal de complacerlo, e inevitablemente deriva en la pérdida de identidad.
Según especialistas, esa “una de las partes” normalmente es la mujer. Sucede, definitivamente que sí, pero es importante que la mujer sea madura, segura de sí misma y con criterio, ya que ella va a determinar, idealmente con la pareja, cómo criará a sus hijos si los hay, o al perro, en el hogar común.
Es importante ser siempre fieles a nosotros mismos. No perder los valores ni los principios por la necesidad de encajar o por miedo a la soledad. Eso sí, algo está cambiando, sobre todo en la medida que las mujeres se han vuelto seguras de ellas mismas, son profesionales y se desenvuelven en el mundo laboral con total naturalidad.
Como siempre y debido al machismo, la mujer se ha visto supeditada al hombre y en muchos casos complacerlos se vuelve un estilo de vida, pero afortunadamente eso evoluciona favorablemente. Ambos debemos conciliar ideas y trato, pero nadie es inferior ni esclavo del otro.
Se supone que nuestra pareja debe compartir bastante nuestro sentido moral, pero no necesariamente todas nuestras opiniones. De la misma manera, tampoco somos responsables de todo lo que la pareja diga ni tenemos la obligación de suscribirlo siempre.
Podemos disentir, y si no deseamos armar un problema en público podremos callar para luego conversar en la intimidad, pero definitivamente no asentir ni cargar con la responsabilidad del pensamiento ajeno. Por ejemplo, no tenemos por qué celebrar un comentario machista del cónyuge ni salir a justificar su actitud. Hay muchas parejas que sienten vergüenza cuando su esposo es incapaz de controlar el humor o su comportamiento en público exponiéndose a una situación por lo menos incómoda.
Precisamente eso es lo que hay que evitar. Hace algunas semanas hablábamos del término gaslight, que se utiliza para describir una forma de manipulación psicológica en la que una persona busca hacer que otra persona dude de su propia percepción, memoria o cordura. En cierto modo, el expresarse mal, vociferar o contradecir al otro puede ser causa de aislamiento social por vergüenza a compartir estos exabruptos o el maltrato en ambientes sociales.
Hay quienes creen que las mujeres que terminan una relación vuelven a sentirse ellas mismas, ya sin la necesidad de agradar ni adaptarse a nadie. Es que cuanto más sujetas al hombre han vivido, más han perdido su identidad. Otras se acomodan y le dan toda la responsabilidad a él cuando realmente están de acuerdo, pero prefieren que sea éste el que parezca más autoritario o agresivo.