Jul
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CONFESION SOBRE MACHISMO PROFESIONAL

Estando en el Hospital de Niños Benjamín Bloom, allá por el año 1996, y perteneciendo a la Sociedad de Pediatría de El Salvador, por ser la única “Psiquiatra Pediatra” que reunía los requisitos para dicha asociación, se me encomendó, como requisito de incorporación de médico, realizar una investigación. La tarea no fue fácil, pues no contaba con muchos recursos ni económicos ni humanos, aunque debo confesar que sí conté con la ayuda de un psicólogo, y de mi esposo, para hacer las revisiones bibliográficas, armar las encuestas, hacer estadísticas, etc.

Las encuestas las llevé a cabo solita, ya que era la única que tenía derecho de entrar al hospital. La investigación se tituló: EVALUACIÓN DEL CONOCIMIENTO Y MANEJO SOBRE PROBLEMAS DE SALUD MENTAL EN EL HOSPITAL NACIONAL DE NIÑOS BENJAMÍN BLOOM. DEMANDAS EXISTENTES EN EL MISMO. RESULTADOS EXTRAPOLABLES AL MEDIO HOSPITALARIO PUBLICO SALVADOREÑO, Y A LA POBLACIÓN SALVADOREÑA, EN GENERAL

Fueron tan relevantes los datos obtenidos que se me ocurrió llevarla a la Organización Panamericana de la Salud, que es subsidiaria de la Organización Mundial de la Salud. Debido a su interés, conclusiones y recomendaciones para mejorar la Salud Mental de los centros hospitalarios y en el país en general, la OPS me concedió el honor de publicarla, convirtiéndola así en LA PRIMERA INVESTIGACIÓN SOBRE SALUD MENTAL LLEVADA A CABO EN EL SALVADOR, EN SER PUBLICADA POR LA ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD (O.P.S.).

Se realizó una gran tirada de ellas, en bello papel y con bellas cubiertas. Yo estaba feliz; no tanto por mi éxito, sino por lo que representaba como punto de partida para mejorar la situación de la salud mental. Se me encomendó ayudar a coordinar la entrega de las mismas al Ministro de Sanidad de esa época, a las autoridades del Hospital Bloom y a los miembros de la Junta Directiva de la Sociedad de Pediatría

Desgraciadamente, y debido a la falta de respuesta e indiferencia de todos ellos, me notificaron que ya no había espacio en las bodegas de la institución, y que debía recoger el material. Sin desmayar, eso hice y me dediqué a distribuirlas en forma personal a ministerios, organizaciones, y a quien pude. Fueron contados con los dedos de una mano los que acusaron haberlas recibido, incluida nuestra querida Facultad de Medicina de la Universidad Nacional.

Aún deseando publicitar más la investigación, y también con cierta frustración por alguna felicitación adeudada, me presenté a las oficinas del Hospital Bloom y de la Sociedad de Pediatría para pedirles que publicaran alguna felicitación en algún rotativo, como suelen hacer en caso de otros colegas. Ante las negativas, decidí «apretarme el cinturón» y pagar mi propia felicitación avalada con el permiso de decir que provenía del Hospital.

Algunos me felicitaron, pero muchos se burlaron de que mi felicitación había sido autofinanciada. Ahora, cuando han pasado veinte años de aquello, tengo el valor y el deseo de contarlo y no siento vergüenza de lo que hice; más bien mi vergüenza es ajena y dirigida a todas las entidades que me dieron la espalda por el nulo interés que existía en la salud mental, por ser el éxito de alguien recién llegado, y, sobre todo, por venir de una mujer.

Si volviera a nacer lo volvería a hacer. Lo cuento para que las mujeres recapaciten sobre la situación de machismo imperante en el país, que llega a descalificar a buenos profesionales simplemente por ser “del sexo equivocado”. Ahora que las mujeres empiezan a contar sus abusos; ahora que aun en política somos minoría y descalificadas, valga esta narración para exhortar a todas las mujeres a unirnos, a no criticar a otras mujeres y empoderar nuestras fuerzas, desde donde quiera que estemos: Hogar, escuela, en la política, profesionales en general, a apoyarnos y a no descalificarnos. SOLO LA UNION HACE LA FUERZA.

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