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VIVIR EN SOCIEDAD CON GARBO

Existe un tema muy en boga en estos días y sobre el que se debate mucho: las habilidades sociales. Se trata de una serie de actitudes y desempeños ante otros, congruentes con nosotros mismos y nuestros deseos, pero también compatibles con el entorno social.

La clave, argumentan los especialistas, es saber manejar adecuadamente y de forma satisfactoria nuestro liderazgo.

Me impactó mucho desde pequeña el libro «Cómo hablar bien en público e influir en la gente de negocios», de Dale Cargenie, un clásico de la literatura de autoyuda. Todas estas herramientas -libros, cursos, consejos, casos emblemáticos- tienen por objetivo ayudarnos a  desenvolvernos en la vida siendo mejor aceptados por los demás, creando una mejor autoestima.

Es importante aprender habilidades sociales simples, pero siempre a la orden del día. Por ejemplo, cómo tocar una puerta antes de entrar a un lugar o ante una puerta cerrada, aprender a sentarnos cuando nos lo ofrecen, a contestar llamadas telefónicas, a modular nuestra voz al hablar y una serie de actuaciones de mera cortesía, atención al cliente y su gestión.

Aunque ahora la tendencia indica un comportamiento menos riguroso -sobre todo con la irrupción de la generación millennial y su rebeldía-, estas habilidades sociales nos ayudarán a salir airosos ante cualquier entrevista de trabajo o actividad social. Y mucho más en esta época, donde en cada esquina hay una cámara que retrata cada uno de nuestros movimientos. Además, las buenas maneras y la cortesía no pasan de moda y deben ser básicas en la educación en el hogar.

Muchos coinciden en que una habilidad clave es saber decir «no» cuando no estamos convencidos de algo. Se puede, cortésmente, negarse a una petición específica aunque tratando de ofrecer una opción que nos agrade y nos convenga más, de manera de no generar rechazo. Sin embargo, a veces no habrá otra más que el NO contundente, pero tratemos de buscar acciones intermedias. 

A la hora de hacer alguna observación u opinar ante alguien se corren dos riesgos. El primero es ser demasiado consecuente y caer en el elogio desmedido cuando no lo merece. El segundo, ser muy crítico y provocar una situación incómoda. Lo ideal es aprender a hacer críticas constructivas sin caer mal, encontrando un punto intermedio en lo que diremos que propicie el halago y a la vez ser sinceros sin ser ofensivos. Esta actitud busca que el otro pueda asimilar las críticas, también debe ser recíproca. Debemos estar preparados para recibirlas con total naturalidad, sin especular con que detrás de eso hay un ataque personal. 

Las personas, y sobre todo nosotros los latinos, no estamos acostumbrados a escuchar criticas, ni aun cuando se trata de ser constructivo. Es importante aprender a reconocer nuestros errores o puntos débiles y agradecer incluso la crítica. Solo eso nos hará cambiar y mejorar, aunque en el momento resulte amargo. 

Desarrollar habilidades sociales es fundamental. Nadie mejor que el profesor David Deming , doctor en educación y economía de la Universidad de Harvard, para explicarlo: Realizó un estudio que demuestra que «en nuestra sociedad para tener un trabajo o para aspirar a un puesto de relevancia se necesitan algo más que habilidades técnicas».

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