A los seres humanos nos encanta decir que el amor mueve montañas, o que es hermoso estar enamorado. Pasamos gran parte de la vida buscando nuestra pareja ideal. Añoramos los años en que nos era fácil enamorarnos, y a medida que nos adentramos en la edad madura, la nostalgia de sentir al máximo esta sensación de enamoramiento se hace más grande, profunda y triste. Algunos intentan reemplazar esta sensación con alcohol, tabaco, café, sodas, u otras drogas, pero sin llegar al arrobamiento que nos dominaba y que era tan hermoso, excitante y explosivo a la vez.
A los que tenemos hijos nos parece similar a las sensaciones que las que nuestros pequeños amores nos producen al verlos sonreír, hacernos gracias, o al escucharles diciéndonos “papi o mami”. Es lo más cercano a estar enamorados que podemos sentirnos nuevamente. Algunos vuelcan todo su entusiasmo en la crianza de sus pequeños. Otros continúan en la búsqueda del amor ideal e interminable, para después reenamorarse del primero o primera que se les cruza con una sonrisa y atenciones, sobre todo cuando han tenido un día de rutina y/o sinsabores con su pareja; sin darse cuenta de que ningún amor será idílico por siempre, ni de que lo único que lo hace sublime es la novedad; y más temprano que tarde volveremos a sentirnos igual de rutinarios.
Se me ocurre que el ser humano necesita del amor para vivir y sentirse fortalecido, triunfador, valiente, hermoso… y podría continuar con toda una serie de epítetos apreciativos. Es una de las razones por las cuales muchas personas usan drogas o son infieles, enfrascados en una búsqueda inútil. Enamorémonos del amor, de la sensación de sentirnos enamorados, pero no necesariamente de un(a) amante, sino de la vida, de los proyectos, de la música, de la poesía, de los hijos… de todas aquellas cosas que nos inspira el amor sano. No continuemos ciegos en búsqueda de un ideal que no existe. El amor que deseamos sentir es el amor de todo lo que nos rodea visto con ojos de inocencia y descubrimiento. Por eso nos gustan tanto los niños pequeños, porque pueden ver la vida con la pasión del descubrimiento y la novedad. Enamorémonos del amor y vivamos felices, dentro de lo posible, como si cada día nos diese la oportunidad de volver a nacer.